A mi hermano, Marco Pulido
No tengo con quien hablar de mi tristeza;
un cine o un teatro o un centro comercial,
o a una fila para pagar los alimentos
o aeropuertos o andenes o playas vacías
La gente igual grita
O con el escritor y su obra reciente,
la mosca que vuela en la cocina de su casa,
el revolver para dos de la razón que nos hace
hablar de correcciones contra la voluntad de la palabra:
el concepto y la idea y el vacío y el furor
y los vidrios molidos de la suma y resta
Pero sobre mi tristeza no hay tiempo,
si arde a 460 grados o se reescribe en una nota
de despedida... da lo mismo
Quise hablar con alguien del dolor de tu muerte,
de lo que me cuesta caminar y los cortocircuitos
que no me permiten alcanzar el teléfono
Se me cae el pan de la boca,
los pequeños viajes en barco a mi isla favorita,
lo que no alcanzo a decir...
A nadie le importa mi tristeza ni la de nadie
ni la del mundo entero
Ni los libros póstumos
Ni el pájaro que vuela sobre los árboles
verdes que ya no existen
Tu ausencia me regresa al lugar de siempre:
el del niño más solo de la Tierra
Luis Daniel Pulido
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