Las ex
esposas siempre serán parte de nuestras vidas, luces que se abren paso en una
resaca de las que dejan las fiestas en Las Vegas; claro que las mías se arman
en cantinas locales, los fines de semana, un domingo futbolero, a veces un
jueves nomás para calentar la garganta y cantar como el buen Lemmy Kilmister.
Pero ahora, con los celulares y el chivo expiatorio de todos los males, el
WhatsApp, no hay un mínimo de oportunidad de librarse:
–Pulido,
¿tienes WhatsApp?
–No, mi
celular es de los austeros, no tengo WhatsApp
–Jajajajaja,
ya vi que sí tienes WhatsApp; vi y leí tu perfil, tu foto del Kung Fu Panda y
esa mamada de “mi rayo es el rock”
–Okey, sí
tengo, pero hace un mes me pidió una actualización y olvidé mi contraseña; no
tengo acceso a mi cuenta
–Jajajajajaja,
no mames, no me quieras tomar el pelo, acabo de ver que tu última actividad fue
hace quince minutos. Mejor dime que no me quieres contestar
Y hago cuentas: si ellas no se siguen
quitando años, y yo no he olvidado contar, soy mayor entre cinco y diez años,
pero a diferencia mía ellas sí han aprendido a usar todas las aplicaciones del
iPhone, algo que para mí es un verdadero calvario.
Pero
el amor es una memoria activa, dinámica, participante, con algo de ruido y
furia que habilita y marca el tono de voz de lo que serán las próximas
conversaciones, como la que tuve en Guadalajara, en los dominios burgueses de
mi ex mujer y bajo el peso de su pie feminista en mi cuello y frente a sus
amigas y amigos, todos y todas, ellas y ellos, las y los, chiquillos y
chiquillas:
–Escuchen
Maribel, Susana, Caty, Chelita, Irina, Selene, Karina, Maité, Georgina,
Adriana, Gerardo, Petra, Paty, Bety, Gabriel, Alex, Bessie, Victoria ¿Saben por qué este cabrón
no tiene novias chiapanecas?
–No
–No
–Pues no
–Tampoco
–No
–No
–Porque
allá ya saben la clase de hijo de la chingada que es
Hay, y lo he aprendido a lo largo de mi
vida, gestos, guiños, respuestas comodines que se adaptan a toda situación
incómoda. Me levanté, mandé besos y fui por hielos a la tienda. Tras de mí
risas y brindis por el superhéroe caído.
Las separaciones son dolorosas: uno ve
hacia atrás y ve la ciudad y las calles que se construyeron en la cama, cómo se
pueblan de fantasmas, mis largos recorridos con los ojos cerrados. Y quisiera
decirles que las amo pero hay tantos conspiradores reunidos alrededor de un
discurso de guerra que separa nuestros mundos. Y lo entiendo: mis ex parejas
crecieron demasiado rápido y yo me quedé en un párrafo de un libro sobre
piratas y barcos.
Algún día usaré todas las aplicaciones de
un celular último modelo; algún día contestaré todos los mensajes habidos y por
haber en pantallas luminosas; algún día –y aunque esto no sólo depende de mí–
las mujeres podrán salir sin miedo a las calles; algún día todos sus reclamos
me harán crecer y entenderé mi melancolía por todas las cosas. Y estaré
conectado y en línea esperando, siempre, volver a verlas.
Luis
Daniel Pulido