lunes, 24 de octubre de 2022

¿Y AHORA QUÉ HAGO?



¿Y ahora qué hago?, me pregunto. El mar, las ventanas, las islas, los audífonos, el silencio han sido rebasados. El análisis puntual del país, los diez capítulos sobre las organizaciones clandestinas de tu novela y el chivo expiatorio infiltrado por fuerzas oscuras, ya no tienen respuesta. Tu respuesta paciente que me daba pistas para ver qué tan buen detective era, mientras tú cortabas flores o buscabas a tu gato que se escapaba por la ventana. En un instante ya no tengo nada. Ni a mi hermano amado ni los lugares a donde fuimos felices con papá: Guaymas, Ciudad Juárez, Guadalajara, Ciudad de México, ni ya no seremos más Topilzín ni Zip Pulido ni el chimpirín cuachito. Ya no tengo nada, ni tus caminatas por Coyoacán ni el paso a paso de los libros que tradujiste ni tus lecturas a mis poemas ni los barquitos que fueron reclasificados como naves espaciales. ¿Y ahora qué hago?, me pregunto. Desconozco las funciones sociales del éxito, si es que las tiene, y acomodo los libros y los textos que estuvieron tirados desde el día de tu muerte. Limpio mis viejos lentes y abrazo a mis perros y porque hay un espejo al final de cada día triste, me veo entrenando de portero Y eso hice, Marco. Entrenar. Lanzarme por un balón. Escuchar cantar y revolotear a los pájaros. Qué felices fuimos, recuerdo. Fueron evidentes los saltos al vacío: escribir y leer para divertirnos. Y sabes, te soñé en Fenway Park y también en el Frontón México tomado de la mano de papá. Con nuestra bellísima hermana Ofelia. Con Ana en Boston. Y recuerdo esa bonita tarde y tu discurso en el homenaje a tu mejor amigo, Alí Chumacero. Tengo el video. Es mi tesoro. ¿Y a ahora qué hago? Me pregunto. Y me pongo una soga al cuello y tengo miedo. Tengo miedo de morir. Tengo miedo de la muerte. Y me tiro al piso a llorar.  Y te escucho, clarito “No, Daniel, el más pequeño de los Pulido, eres el Dios del trueno, el Hombre Araña y termina tu misión en la Tierra”. Y vuelvo a armar barquitos. Y acá sigo.

 

Luis Daniel Pulido

 

jueves, 20 de octubre de 2022

ANTE EL PESO REPENTINO DE LAS COSAS


 

Para Marco


No ha sido un día fácil,

la condición humana zozobra

en un cielo oscuro,

en los hombres bajo la lluvia

y yo voy con mi perro

en su principio salvaje:

a cazar libros clave

que no nos dijeron nada

 

Mi hermano ha muerto

y hay cinco páginas que revolotean

en el ojo negro de la rabia

 

Cuatro mil quinientos millones de años

de vida en la Tierra con sus rutinas cotidianas

extinguieron la memoria glaciar,

sinsentidos de quien escribe solo para apagar el fuego

que le brota en el pecho,

caballos que relinchan a lo lejos

 

Y llueve o llovizna y un rayo

ilumina una ciudad con cinco mil habitantes;

al Norte una corona de espinas y su pirotecnia,

el vaho de pájaros de las iglesias

 

 

La tristeza va en el ladrido de los perros,

en los que navegan con los ojos cerrados,

en la serpiente somnolienta de un “padre nuestro…”

 

En la furgoneta con libros del medioevo,

en las flores amarillas que mastican las vacas,

en la tierra rojiza y sus charcos y los niños que saltan

 

Y respiro y vuelvo a casa

 

Luis Daniel Pulido

 


sábado, 15 de octubre de 2022

ADIÓS A LOS GÁNSTERS (PERDÓNAME ABUELITO SCORSESE)


 

Creo que este mundo y esta vida

ya no son para mí: acostumbrado

a tronar los dedos,

a fijar el fulgor del día en tus caderas

–mujer de los altavoces en la Ciudad de México–,

a beber cerveza sin nudos a mi voz de hombre:

mi rayo es el rock, hartos búfalos en las palmas

de las manos

 

Te escribo: el árbol que se deshoja

es la bengala que ilumina a tus compañeras,

algo que sin duda ennoblece el lenguaje,

el río, el camarón vivo:

 

El güiri güiri de arrobas y equis

–fardo de arroz y miel que no estoy

invitado a comer– y que divide en dos

la mesa

 

Yo te miro, tú me miras

 

Qué ojotes –digo

 

Escalofríos

 

Luis Daniel Pulido