Creo
que este mundo y esta vida
ya no
son para mí: acostumbrado
a
tronar los dedos,
a
fijar el fulgor del día en tus caderas
–mujer
de los altavoces en la Ciudad de México–,
a
beber cerveza sin nudos a mi voz de hombre:
mi
rayo es el rock, hartos búfalos en las palmas
de las
manos
Te
escribo: el árbol que se deshoja
es la
bengala que ilumina a tus compañeras,
algo
que sin duda ennoblece el lenguaje,
el
río, el camarón vivo:
El
güiri güiri de arrobas y equis
–fardo
de arroz y miel que no estoy
invitado
a comer– y que divide en dos
la
mesa
Yo te
miro, tú me miras
Qué
ojotes –digo
Escalofríos
Luis
Daniel Pulido
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