martes, 26 de noviembre de 2024

EL JOVEN ULLOA


 

Hace catorce años acompañé a una amiga al aeropuerto de Tuxtla Gutiérrez, aunque está en Chiapa de Corzo, camino a ejidos y rancherías, a ras de pastos amarillos y de los encuadres con mis manos para memorizar cielos celestes, planos cortos, vacas pastando. Igual, me dicen, hago de lo feo algo bonito. No sé, han pasado catorce años. Pero es cierto que lo feo fue conocer a un joven de apellido Ulloa, amigo de mi amiga, que se acercó a saludarla. A mí ni me peló. El joven Ulloa traía consigo un libro, una biografía, de muchas que hay, de Emiliano Zapata. Yo escuchaba a Eric Clapton. El joven Ulloa, luchador social, de esos que dan de beber en su ancho pecho a animales salvajes en Uganda, el Amazonas, Bolivia, y parecieran estar siempre enojados… conmigo, pues escuchaba música “yanqui”, escupía hacia arriba su soberbia. Con mi amiga actuaba diferente, y más que como Zapata actuaba como Mauricio Garcés: más que “tierra y libertad”, “arroz, las traiga muertas”. El joven Ulloa habló de justicia, obvio; de derrocar al mal gobierno, obvio; de “primero los pobres”, obvio. Y su seguridad contagiaba, como aquello que escribió Ernesto Sábato: “el mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”. Quise saludarlo, pero me ignoró. O no tanto: vio con desprecio mi playera con logo de Iron Maiden. Mi amiga habló maravillas del joven Ulloa, que caminaba, seguro, a tomar su avión a Toluca, capital del Estado de México. Y se fue. Mi amiga, dijo, como un susurro, que hoy me parece macabro, algo así de construir “frentes de liberación socialistas”, animada desde su corazón de apenas veintiún años. Seis años después de ese evento en el aeropuerto, vi otra vez al joven Ulloa en una nota de La Jornada, liderando invasiones de terrenos. Diez años después, el joven Ulloa ya era un líder de un frente campesino, y tenía una fortuna en bienes inmuebles y apoyos del gobierno a “proyectos” para abatir la pobreza. Lo supe porque mi amiga se hizo su novia, que leía, con devoción, Pancho Villa: una biografía narrativa, obvio, de Paco Ignacio Taibo 2. Ayer me acordé de ellos porque, muy cerca de donde vivo, después de un enfrentamiento a balazos, y donde murieron, según su dicotomía, los malos, que las ideologías no abaten el rezago ni la pobreza, viven de ellas.
Luis Daniel Pulido

domingo, 24 de noviembre de 2024

I'LL BE BACK



La vida es extraña, una restauración de cuadros dañados por el tiempo, una respuesta rápida ante un asalto, una flor que sale renovada de la tierra. Uno va de aquí para allá, como en mi caso, por un plato de lentejas, un poco de silencio, una biblioteca, un amigo con quien platicar de la anatomía de las luciérnagas… lo que pasó hace un siglo, digo al azar, parado frente a un abismo de islas a las que nunca pude llegar. Un atisbo de luz: la gente se toma selfies después de un juego de futbol. Y cuando regreso del tiempo, me veo entre ese montón de gente. He jugado futbol con viejos amigos que se conocieron en una Secretaría, la del Bienestar, en este caso, mientras yo estaba en otra parte: una tienda de discos en Londres, una fiesta en un departamento con personas desconocidas, en un hospital recuperándome de un infarto. El multiverso, los universos paralelos o la magia del cine lo hicieron posible. Lo dijo Arnold Schwarzenegger, en Terminator: I'll be back. Yo también he regresado.
Luis Daniel Pulido

 

jueves, 21 de noviembre de 2024

EL PATITO


 

Agradezco a esas personas que, a pesar de haber perdido mi patito de hule en el espacio, han estado pendiente del proceso. El silencio, en estos casos, te arrastra con su fuerza a los abismos, y en los abismos, se sabe, se satura la inmensidad y no salen las palabras. Me devolvieron otro patito (sé que es otro porque este dobla en las esquinas), pero igual me comunica con esas personas que me han demostrado su cariño. Igual no estoy hablando de un patito, igual digo patito porque esa palabra oculta mi tristeza. Extraños, sí, son los caminos de la vida: Noruega, una máquina del tiempo, un vikingo chaparrito, una prepa y un pueblo en una montaña de Chiapas, muy cerca de donde nació mi mamá.
Luis Daniel Pulido

LO QUE ME DEJÓ EL 94 CHIAPANECO


 

Si extraño ir por los periódicos, caminar bajo las sombras de los árboles, unirme a los demás transeúntes, pararme en el semáforo, las preguntas abiertas de hace treinta años, mi juventud con todo el rock del mundo, arete en el oído izquierdo, playera negra de Metallica o Motorhead o de un peloncito llamado Nosferatu. Luego regresar a mi oficina de la SEP, subir los pies a la mesa de juntas, esperar a que el maestro, no recuerdo su nombre, me regresara a casa a cambiarme de ropa, porque esa era una oficina, no un lobby de un hotel para estrellas de rock. No dijo eso, pero sí me pidió de favor que usara ropa más formal. Y lo hice. Las confrontaciones estaban en otro lado, en el Chiapas analfabeta y el perro flaco que lame sus símbolos: la pobreza. Por eso extraño esos días que iba por los periódicos y los leía y toda la tarde escribía, subrayaba esas cosas que te revientan en la cara: un indígena con un balazo en la cabeza, con las vísceras de fuera y un perro a punto de comérselas. Una foto que no hizo ejemplos de conciencia ni indignación, sino escuela de fotoperiodistas, agendas para premios internacionales. O nacionales. Me volví un hombre triste. Mi novia me escondía los periódicos, insistía en que fuéramos al cine, que volviera a jugar futbol, que buscara a mis amigos. No supe sumarme al ruido, entender los mecanismos de los sistemas, que la izquierda y la derecha mexicana se parecen tanto, vamos, que son lo mismo. Que los periodistas locales se mecen en la hamaca de la infamia, de ahí, de las sobras que les avienta el poder, facturan y van por la vida con excremento entre los dientes, abrazando a su familia. Yo a veces no tengo para comer, pero siempre hay un libro que leer, un poema para abrir un nuevo camino, un perro que me espera en casa, un gatito que me recuerda a Charly García, un campo con neblina a las seis de la mañana. Y quisiera caminar para ir por los periódicos, pero el internet está ahí, donde uno lee que hay “marxistas obradoristas”, y sonrío al frente del infinito vacío que me dejó aquella novia que se fue por no hacerle caso.
Luis Daniel Pulido
Foto: Jason Larger

OBJETOS PERDIDOS


 

Con el problema de la vista –mi última trinchera de una guerra despiadada– me pasan cosas caóticas: me estrello contra la gente, tropiezo con el cielo que se desliza suave en la hoja que cae, me doy de topes contra el árbol de ruidos de ciudades que me son extrañas. Dios tiene las manos frías. Yo, que cuidaba mis cosas: mis libros, mis cómics, mi parcelita de perritos que movían la cola y no permitían que se les pararan las mariposas. Hoy no tengo nada de eso. Hoy perdí mi reloj favorito, con el que cronometraba los tiempos de entrenamiento, que tenía lucecitas, su Canto Gregoriano, cuatro botoncitos para alarma a las cuatro de la mañana, sincronización con Australia, un ratón que huía feliz de la vida, una flecha a Guadalajara… Se cayó y desapareció. Se hizo parte, como si ya no quisiera estar conmigo, de las raíces, de lo verde y amarillo del terreno… una cancha de futbol. Puse mis dos manos sobre el pasto y gateé… no puedo estar tan ciego, me dije. Pero lo estoy. Tengo una nube de ceniza en mi corazón.
Luis Daniel Pulido

martes, 19 de noviembre de 2024

BAGEL DE SALMÓN


 

Me pregunto si me recordarán las muchachas que molestaba en la secundaria, en la prepa, siempre haciendo cosas raras para llamar su atención: a Nadia le controlé un balón, más de cien golpes con ambos pies: la estética del pádel, gimnasta chino, una cosa maravillosa. A Marina le escribí poemas, tripitas de gato con hambre, puras cosas que la hicieron reír. A Magda, mi voz engolada, mi porte de Clark Gable, mi Acorazado Potemkin, películas de Chaplin, pero ella sólo escuchaba a Vicente Fernández. Y no grabé su nombre en la penca de un maguey ni cosa que se le parezca, porque era un golpe a mi inteligencia. Sí, mamón desde chiquito. A Julissa, que es tapatía, Los cuentos de Canterbury, mi solo de guitarra al aire, la canción: Every Rose Has Its Thorn, la dedicatoria en un libro mío: El apetito de los ciegos. A Adriana, un prontuario de contabilidad rayado y con fragmentos de los Versos Satánicos de Salman Rhusdie y un cassette con baladas de Skid Row, Motley Crue y Black Sabbath. A Erika, que vino de Tijuana, las mentiras más dulces, el encanto, el poder de las palabras, mi rayo es el rock y todas esas cosas que hacen los poetas que son estrellas de rock… y un pedacito de cielo… A Gina, que es tapatía también, ya grandecita, una estrellita en su frente, mi paz mental, mi dolor de rodilla, mi experiencia de todos los años de revolucionario, mi pasamontañas, mi identidad secreta… Spider Man. La que pregunta “¿Ya pudo hacer popó mi revoltoso?”
Afirmativo
Luis Daniel Pulido

miércoles, 13 de noviembre de 2024

QUE LA BELLEZA NOS SALVE


 

Te veo –a riesgo de que en los próximos segundos
esto sea historia antigua–
hojeando libros que tomas de la mesa,
evitas –y lo celebro– ver el celular,
quizá tu mente vaya por el Parque Inglés de Múnich,
en el chu chu chu a los perritos “miones” para que no te muerdan,
en la pregunta que nos hacemos todos:
¿A qué horas llegará el médico?
Afuera México siendo México,
las muertes más horrorosas,
sicarios y políticos disfrazados de gallos
en su feria de carroña y sangre,
los intestinos de fuera
Paso mis manos sobre una revista,
quizá por tedio y para no manchar tu belleza
con mi profunda tristeza
¿maestra en políticas públicas por la Universidad de Oxford?
pregunto,
como lanzarle un gato a su panza
y ella ríe y su sonrisa ilumina
no el mundo entero,
hasta la puerta,
no exageremos
Pasan –eso sí– los minutos
y el médico no aparece
y México sigue siendo un lugar horrible,
pero tú, en medio de la nada,
porque nada es imaginar playas en silencio,
bendices esta tarde que como en otras
pensaba matarme
Dios te cuide paciente del doctor irresponsable
Luis Daniel Pulido