viernes, 10 de enero de 2020

ODA AL PORTERO (EL QUE FUI, EL QUE SOY)



El portero no sabe poner el oído en la tierra. No lo necesita para escuchar el tránsito de personas, el río que se desdobla al otro extremo, la moneda y su puerto de sueños: la riqueza.

El portero no termina su papel en el terreno de juego, ajusta las melodías de vuelo, los matices del lance, menciona con honor al autor de la simbiosis: el delantero.

El portero –peninsular y desterrado, sobresale de los reinos de las sombras de la estrategia. Ataja y despeja hacia los hijos naturales de la Historia: los que hacen posible el juego.

El portero tiene un pequeño jardín en el pecho: igual sale de ahí un hijo muerto o el hosco pájaro de la tristeza.

A su enorme figura no la mecen las olas de la derrota ni de la victoria.

Honor y respeto.

Luis Daniel Pulido

jueves, 9 de enero de 2020

NORUEGA



Tec Regional, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 1986

Qué difícil poner atención a las clases. Miro la grieta que se abre en el cielo, la naturaleza silvestre de los insectos en el lodo, el entorno hostil para los búfalos en las películas de vaqueros y lo más importante: a la muchacha más alta y bonita de la escuela y mi célebre rastreador de barcos hundidos en glaciares escandinavos a eso de las seis de la tarde.

El ruido a veces es el lugar más salvaje, ya sea para obtener un poco de comida o para sobrevivir entre cazadores furtivos. Nada que esté en mis manos resolver: mi imaginación es el numeroso contingente de barquitos que zarpa acompañado de ecos, estertores de selvas, tierras inmersas en la oscuridad total. Por eso nunca falta la isla volcánica, su cuervo de lava, el poema de Coleridge, el barco fantasma.

Nunca –recuerdo– pude librar los sistemas de vigilancia aéreas que bombardearon mis libros, mis cuadernos. Las respuestas nunca fueron las correctas.

Qué importa: Noruega es un país con 24 horas de mar abierto.

Luis Daniel Pulido

martes, 7 de enero de 2020

EL HOYO




El Hoyo es una región, un mapa desplegable ante los ojos de quienes la caminan y toman direcciones que juzguen convenientes y haga de su orgullo días de fiesta; siempre rodeados del calor maternal de la máxima autoridad que provee y recicla las ruinas, el calendario de subsidios, las pequeñas coaliciones familiares.

En el Hoyo nadie sale, es un avispero de chismes y difamaciones y la reestructuración de los modos de la política son a corto plazo: cobros de derecho de piso, tráfico humano, venta de drogas.

El Hoyo es una región donde los ríos de basura vuelven sobre sí mismo y donde cientos de cabecitas negras zumban sobre heces humanas. Sí, moscas. No tigres con dientes de sable.

En el Hoyo sus jóvenes son revolucionarios: resisten las tentaciones tiranas del deshonesto mundo de fuera. Su conjunto de tejidos óseos de “pueblo unido jamás será vencido” hacen trizas  las injusticias políticas de otros Hoyos de su propio Estado. En el Hoyo, no obstante, el consenso es la miseria y la tolerancia a la transa. Te piden prestado herramientas, el auto, dinero y no te lo devuelven. Te mandan –y se hinchan el pecho de orgullo– como ellos dicen “a la verga”.

En el Hoyo sorprende la pequeñez del ojo con el que se ven las cosas: su río caudaloso y contaminado es el ejemplo de la pobreza con la que iluminan su vida.

Luis Daniel Pulido

viernes, 3 de enero de 2020

DE POR QUÉ MI RAYO ES EL ROCK




Crecí escuchando la frase “la política es un arte”. Frase de tradición hegemónica: de Lucas Alaman, Adam Smith a Marx hasta Reyes Heroles padre y Heberto Castillo y Carlos Castillo Peraza, entre muchos. Pero mis maestros de secundaria sólo se enfocaban a educar alumnos con código de barras eficientes para la administración pública, pilares para sociedades sin componentes intelectuales y críticos. Y ahí empezaron mis problemas, mis lecturas de adolescente solitario ya conformaban cuadros de tensión por cuestionar, de fondo, los candados del programa educativo ¿Para qué aprender Matemáticas, Español, Química, Contabilidad, Geografía, Español, Inglés, Historia, etc, etc, sin cuestionar al “Estado Benefactor mexicano” que ya obviaba (de esos años) su crisis por la corrupción como principal elemento para el éxito? “No le pido a Dios que me dé, sino que me ponga donde hay”, me dijo un excompañero en el Congreso del Estado. Claro que no me fue bien. Me quedé solo. Me expulsaron. Y qué bueno. Mi crédito de nueves y dieces me alcanzó para no llegar los últimos tres meses e irme para presentar mi examen en el Tec Regional, escuela que me enseñó a pensar y jugar futbol desde las circunstancias de lo táctico y manejar las transiciones del juego: desarrollar una especie de dron portátil que nos permitía ver y pensar a manera de un partido de ajedrez. Enseñanza que me llevó a mi otra pasión: escribir, diseñar una especie de cartografía que coincida con las dimensiones del mundo. Por eso rechazo las reuniones de generación, ese proceso del que fui testigo, que debilitó el lenguaje y expulsó a las calles seres humanos conservadores, timoratos, eso sí, ruidosos –su aprendizaje sentimental incluyó canciones populares a la cual han sumado narcocorridos– a la hora de sacar las credenciales: la familia, el trabajo, el que cobra en dólares, el que tiene más mujeres, lo que les “provee el dulce alivio de ser masa”, como dice Heriberto Yépez.

La política mexicana es un infortunio y los acervos se empolvan en las bibliotecas. Está el dedo índice del periodista que aprieta el gatillo, su profundo placer por la carroña. El poder –según sea el caso– para disuadir, salvar o golpear a quien pague o no.

¿Por qué escribo esto? Porque tenía mucho tiempo de no hacerlo y porque me siento feliz de tener lo que tengo: canciones de rock para honrar lo que creo, pienso y defiendo.

Luis Daniel Pulido

ATRÁPAME SI PUEDES (SÍ PUEDO, CÓMO NO)




Te he pedido tu ubicación,
los códigos criptográficos,
los materiales comparativos,
el Google Maps

Que si donde languidece el deseo,
el ciempiés de los viejos efectos especiales;
y Séneca, el hombre Marlboro, la obra personal

Te he preguntado entre qué calles,
si hay una mueblería, un árbol,
los frailes que introdujeron el alfabeto,
los mejores esquites, pilas de periódicos,
una equis en el piso

Llega un mensaje: “Mi amor, estoy en el jacuzzi, ¿me alcanzas?”
como claro desprecio a la cronología, el intertexto,
el flashback

Soy el hombre desnudo que atraviesa la sala a toda velocidad

Luis Daniel Pulido