El Hoyo es una región,
un mapa desplegable ante los ojos de quienes la caminan y toman direcciones que
juzguen convenientes y haga de su orgullo días de fiesta; siempre rodeados del
calor maternal de la máxima autoridad que provee y recicla las ruinas, el
calendario de subsidios, las pequeñas coaliciones familiares.
En el Hoyo nadie sale,
es un avispero de chismes y difamaciones y la reestructuración de los modos de
la política son a corto plazo: cobros de derecho de piso, tráfico humano, venta
de drogas.
El Hoyo es una región
donde los ríos de basura vuelven sobre sí mismo y donde cientos de cabecitas
negras zumban sobre heces humanas. Sí, moscas. No tigres con dientes de sable.
En el Hoyo sus jóvenes
son revolucionarios: resisten las tentaciones tiranas del deshonesto mundo de
fuera. Su conjunto de tejidos óseos de “pueblo unido jamás será vencido” hacen
trizas las injusticias políticas de
otros Hoyos de su propio Estado. En el Hoyo, no obstante, el consenso es la
miseria y la tolerancia a la transa. Te piden prestado herramientas, el auto,
dinero y no te lo devuelven. Te mandan –y se hinchan el pecho de orgullo– como
ellos dicen “a la verga”.
En el Hoyo sorprende la
pequeñez del ojo con el que se ven las cosas: su río caudaloso y contaminado es
el ejemplo de la pobreza con la que iluminan su vida.
Luis Daniel Pulido
No hay comentarios:
Publicar un comentario