lunes, 28 de noviembre de 2022

REPORTE DE UNA TARDE TRISTE


 


Para Marco Pulido

He caminado distancias largas,
entre ruinas, sólo eso: ruinas,
nada de construcciones de identidad,
oda a la naturaleza muerta,
la luz y sus figuras elegidas:
la fotografía
Camino porque el duelo
no tiene juegos ópticos,
un metro de distancia,
bisontes en letreros luminosos,
ni media vuelta
Voy de frente, Marco,
porque tras de mí la tierra
renovada pone ante los ojos
de Dios lo que caminamos,
que deriva en brisa entre la hierba
Y por eso no me detengo
Mis pies cansados
no son flores en la puerta,
son el fuego de un mar que arde,
pececitos de la tarde
Qué triste estoy
Corrijo: No, el Halley nos espera
Dime que sí, Marco, dime que sí
Luis Daniel Pulido

MORIR CONTIGO


 


Para Marco, mi querido hermano

A veces te leía en las tardes. En el silencio
y las figuras de hielo propias del cansancio.
Hace calor, acá siempre hace calor,
que hasta los puños en alto se rinden
ante el dolor de ya no tenerte
A veces lo hacía en las mañanas,
antes de irme a la calle,
en la impronta de la risa
para el otro: el que mira
El que empuja, el que embiste,
que no sabe nada de tu muerte
Y recordaba todo: los villancicos
de Sor Juana, el balón al otro lado de la calle,
el viejo misil soviético que se perdió en la nada,
tu memoria: tu camino de vuelta a casa
El pan de dulce para Ana
La primera estrella fugaz de la noche
A veces te leo y te veo en todas partes
y me dejo caer al piso,
poco a poco,
hasta morir yo también
Luis Daniel Pulido

HOY NO QUIERO IRME TRISTE A LA CAMA


 

Navegamos ríos en la selva,
no nos paramos a comer —incluso
pusimos de cabeza una larga playa de arena
para los peces que hacían fiesta
Me diste un lugar bien bonito
en este planeta:
muchas fotos de tus hijos:
Ana y Marco
Y muchas historias tuyas con papá
y las ballenas
Y las olas gigantes y los abrazos
negados de la tarde
Caía la noche
En el desierto de Sonora
En la Ciudad de México
Ningún río es infinito —dicen,
pero este, el nuestro,
de viajeros atentos:
es árbol y cielo
Luis Daniel Pulido

domingo, 20 de noviembre de 2022

ROMPER, CON AMOR, LA BARRERA DEL TIEMPO Y DE LA VIDA



A la memoria de mi hermano: Marco Pulido
Para Ana Pulido Rull

Extraño tu correspondencia
—el mar y la tormenta y el rescate
del autor en tus traducciones—
y el cielo y los mundos nuevos,
a Cervantes y Compañía
que hicieron de postales,
de barquito inmutable en la corriente del río

Y las mujeres que amamos
y los escaparates del pan de dulce,
Coyoacán en una tarde

Extraño tus palabras y tu cariño
de hermano mayor:
los puentes, los territorios,
las piedras que quitaste de mi camino,
la sangre de mis pies

Y tu amor infinito a Ofelia,
nuestra hermanita en el cielo

O en las nubes o un planeta lejano

En la ramita en la palma de mi mano

Extraño tus cartas y la luz
de una tus ventanas en tu primer
correo electrónico:
“Hola, soy Marco, y te escribo
desde Mascarones,
es un día cualquiera…”

No, no lo era: aquel niño rubio
y cachetón estaba del otro lado de la puerta

Los hijos de don Vicente Pulido
y su afición a romper las barreras del tiempo

Es 1972 y estamos en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas

En una bonita Estación de Telégrafos Nacionales

Luis Daniel Pulido

 

RECUENTO DE SÁBADO POR LA NOCHE


 

A Marco Pulido

No tengo nada,
mi hogar es el último discurso
sobre revolución o muerte,
la provincia de aquel 1994,
la zacatecana con la que bailé
en la noche más larga
y su fervor de estrellas fugaces

Condiciones favorables siempre:
la efervescencia en el agua de los alkaseltsers,
el silencio y su astilla en los relojes,
una joven alemana hablando de democracia,
Berlín y sus mariposas de rocas que se desmoronan

No tengo nada,
ni patria ni trincheras ni compañeros.
Ni mar ni río ni techo.

Mi hermano ha muerto
y repito no es cierto
no es cierto
no es cierto

No es cierto

Luis Daniel Pulido

Foto: Roberto Bernal

lunes, 14 de noviembre de 2022

MARCO, EL GRANDE


 

 

Nada se escapa de tu recuerdo,

estás en el vuelo incierto de la libélula,

en la luz de la tarde,

en mis dedos que buscan la claridad

de una imagen

 

Nada es ajeno a tus palabras,

a lo que me enseñaste

 

Vas conmigo en el largo campo de flores,

en mi silencio como rechazo a esta tierra,

que no da nada: hasta el rayo y su luz y su trueno

son secos

 

Nada pasa sin ti:

los golpes que suelto al hombre que me amenaza,

la pedantería de sus poetas y su tierra

y su sino: la miseria

 

Nada soy sin tus palabras

y tus amigos y Ana y tus libros,

divertidos lectores sin obligaciones,

lo “que la poesía pierde en la traducción”,

tu gato en tus piernas,

un verso de Alí Chumacero

 

Nada pasa sin ti,

corazón noble y gigante,

ciudadano del mundo,

caminas las arterias de agua

de la Ciudad de México

 

Porque nada se ha ido contigo

 

Me paro frente al monte alto de donde vivo,

y el canto de los pájaros acompaña el grito donde te nombro

 

Luis Daniel Pulido

 

 

 


jueves, 10 de noviembre de 2022

LA PROFUNDA TRISTEZA DEL DIOS DEL TRUENO


 

Foto: Roberto Bernal


 

Para Marco Pulido

 

Me he metido a correr, a trabajar de noche,

de día, a las narrativas breves de los likes,

de las gotas de agua en el lavabo:

el reflejo del hombre que le salen glaciares

de la boca,

el monstruo inerte de la tristeza

que cae en lo profundo de su sueño

 

Soy ese reflejo descompuesto en el baño,

con la computadora encendida,

y ese pequeño sonido que tensa la vida:

la interconexión inalámbrica

 

Doy Enter a todo (a todo):

a la salvadora red de peces,

a los cruces de caminos en la carretera,

a las pequeñas cosas sin importancia

 

Supongo que esto es el duelo:

nos hace hombres más solos

y cerramos los ojos a todo

 

Abro las llaves del agua

y pido a Dios por ti

y por mis amigas que te recuerdan

y por Ana y por nuestras madres

y los aviones que surcan el cielo en estos momentos

 

La tierra negra en mis pies es señal

de que estoy acá y no en otra parte

 

Y me arrodillo ante la noche,

porque me rindo

 

Luis Daniel Pulido

miércoles, 2 de noviembre de 2022

MARCO EN YANKEE STADIUM


 

Para Marco y Ana

 

La historia la sé por mi sobrina Ana

al fondo una discusión sobre Aristóteles

y la imposibilidad de ser feliz

hace de ruido mientras leo la carta de mi sobrina.

No quiero sonar ni verme grosero,

pero la discusión para mí ya no es importante.

 

Creo que en los últimos días las bibliotecas

no arden como antes,

ni los escritores ni los alumnos ni los aspirantes

a la medusa burocrática de las premiaciones.

Prefiero el futbol soccer.

 

La soledad es el ruido continuo de mi celular,

mi gato en la puerta, mis perros durmiendo,

este 2 de noviembre con su marco de procesiones:

en cinco segundos los hombres abandonarán esta isla

 

Y lo veo. Los veo.

 

Marco estuvo con Ana viendo

un juego de beisbol en Yankee Stadium:

Yankees contra los Medias Rojas de Boston;

el juego fue una fiesta de carreras,

hits, jonrones. Un detalle: el pitcher de Boston

lee mal las indicaciones, recluso de la presión y sus ideas.

 

Ana y Marco no le van a los Yankees,

sino a Boston y dicen, juntos, “no puede ser”.

 

Los Yankees anotan tres carreras.

Mister Bruce Springteen suena en el estadio,

la canción es Working on the Highway.

Va Boston al bat.

 

La luna antes insidiosa y sombría,

ilumina una pelota que sale del estadio,

llega a la calle, rompe un cristal de un auto,

hace que Ana y Marco celebren una, dos,

tres, cuatro, cinco, seis carreras.

 

Lo hacen en silencio, sonríen entre ellos.

 

¿Pensabas que te iba a dejar solo? escribe Marco

en la parte de atrás de una postal…

 

que llegó hoy.

 

 

Luis Daniel Pulido