viernes, 25 de noviembre de 2011

*¿Y SI ELLA NADARA CONMIGO?



Fotos: Mara/ Alemania



En el amor se tiene siempre esa sensación inestable


de cuando se camina sobre la línea borrosa de un viejo


cuaderno lleno de notas, seguro de que los resultados


no se tratan de un original griego, una calca natural


de la bondad, el misterio de las estampas orientales,


la piedra donde florece el girasol y el iceberg




Es golpear una botella de agua contra la mesa


y salpicar el tomillo y el ajo




Es mudarse el traje dependiendo de a dónde te inviten,


si tienes que hablar del renacimiento español o barcos piratas,


de Tom Petty y los Heartbreakers; sitiar a la reina, darle el avión


al alfil y llevar a tu mujer a Selvogur sin amarrarnos las agujetas




Que en caso de una mancha en su vestido –y esto no es falta de seriedad–


encender las luces de una autopista, esperar a que el mar salga de las paredes


y nadar hasta la hipotermia




*Del libro autobiográfico Prohibido degollar patos







sábado, 19 de noviembre de 2011

EL HOMBRE ANTES DEL SHOW



Foto: Lilly Panic



Platicamos ocho situaciones diferentes


antes del concierto; nada de nuestras vidas,


libros, autores




Hablamos sin la convicción que salva a la gente


de sentirse incómodos, y eso, seguro, hizo


que todo estuviera ligado a la vida cotidiana:


el tráfico, el centro de la ciudad que manotea


el nerviosismo de su reconstrucción por todos lados,


de qué se trataba el show y si aparecería una cabañita


con chimenea en mis archivos de súper agente secreto




No llegaste a verme a mí, las mejillas aspiradas


hacia adentro de alguno de mis poemas traviesos,


mis piropos en voz alta, el centro del campo de la filosofía


en frappés o limonadas que llegan a la mesa media hora


después del primer intento




Sin embargo –esas cosas que se dicen en automático–


yo subí al escenario en dos ciudades distintas:


mi rock en tiempos de guerra; la trova con su racionero


del amor bonito




No sé que hacen los hombres felices,


sé que hacen los niños cuando se quedan


sin nada (los he visto recortar figuras de cartón


y ponerles nombres como Batman, Transformers,


Doctor Wagner, temible hombre de plata)




Es por eso que desdibujo el tiradero de Kipling


y Stevenson por si –un buen par de zapatos


o el ratoncito mágico que dé vuelta a esta página–


me permite platicarte del apenitas cuando la pelota


da en el poste y el grito de gol se apaga




Luis Daniel Pulido


Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; México









miércoles, 16 de noviembre de 2011

*EL AMOR ES UNA ODISEA DEL ESPACIO

Ilustración: Debra (tedeabango)



Mi amor por ti es sencillo


y por eso está a mi lado, en todas partes;


sencillo como las cosquillas que siento


cuando me sale la barba,


cuando salpico de agua tu boca


y evito la cerveza americana




Mi amor por ti cabe


–por ejemplo –


en una cuchara de sopa caliente,


en la ensalada y las castañas;


es, a veces, cerrarle el paso


a una abeja a punto de elevarse


o cerrar los ojos bien fuerte


porque eso me da la sensación


de ser una fortaleza: Bruce Banner,


Tony Stark, Benjamin Grimm o Spider Man




Mi amor por ti es sencillo,


como decir limón o buhardilla,


como rodarnos en bajaditas


y quedarnos a contar raspones


y tracatracas




Mi amor por ti es empaparnos


de lluvia en Serbia o Venecia,


ese tantito tiempo que alcanza


para encender el ventilador,


escribir un poema, comer habas


o ver si esta vez aparezco en mi ombligo


una cebra




EL MONOLITO USA BRAQUETS




*Del libro autobiográfico Prohibido degollar patos


lunes, 14 de noviembre de 2011

QUE VUELVA EL ROCK A LA CIUDAD





Quisiera explicar –viendo el fondo del océano–


la trayectoria de una bala, el eventual estallido


de los peces en la curva sedimentada del anzuelo






Matar al toro en la plaza, estropear el reloj de pared


sin remordimiento: que el diablo canta, boquea,


se arranca la piel empapado en su guiño de sangre






Lo entiendo: No todas las cosas se cubren con la luz


de un relámpago cuando navegas; a veces –una novelista


provinciana y pequeña– te muerde los dedos, los ojos,


el corazón y sisea cinco segundos de termitas bajo


la almohada





miércoles, 9 de noviembre de 2011

CRÓNICA DE UN HOMBRE YA NO TAN MALO





Foto: Mara/ Alemania


En cierta forma -la mesa servida,

el periódico de la ciudad de México,

las declaraciones de Ibrahimovic,

la abolición de la esclavitud en el cielo

o la África negra- tus manos siguen aquí,

tu amor a los viejos puertos, tu ocasional

buena fe por los niños de la calle,

el sonido de tus pasos subiendo la escalera

como un fantasma de tetitas rosadas

que a nadie le importa; atada a tus miedos

y los títulos en inglés que se suman a los nuevos caminos

de tus neurosis literarias, a todas esas frases sobre el compromiso,

la veldá, el oficio






Siempre mentirosa en la miel, el pan,

en tus genes de fotocopiadora






Me pregunto por qué diablos no fui mudo,

por qué no trasladar la lucha a balsas

que marcaran colitas de conejo

en el agua de un embarcadero

en forma de revólver y dispararte

a la cara lirios rechonchos,

suburbios de peces muertos






Las cosas no cambian:

Hueles a pescado y eso me hace

febril e impaciente










lunes, 7 de noviembre de 2011

CRÓNICA DE UN HOMBRE MALO





Pudimos haber hecho muchas cosas:


árboles que mudaran hojas en la cocina,


reformas –con un par de buenas tijeras–


a tu amorcito por mamá y papá;


un verso audiovisual y porno


en el voltaje ensimismado de los lagos


congelados en Toronto




Nada fue posible. Y creo que es lo mejor.


No sabría cómo alimentarte en tu serpentario,


darle golpecitos al cristal para divertirme viendo


el culebreo grasoso de tu lengüita,


lo que me haría un hombre cruel,


cosa que no soy




Sigue haciendo lo que sabes hacer:


muda de piel, cómete a tus hijos,


reconócete en el espejo y sueña,


sí, sueña, como tus amigos que piden


que nunca envejezcan






viernes, 4 de noviembre de 2011

SI YA NI ME ACUERDO




No sueño contigo, no denuncio audiencias
en cámara lenta. Todo es tan sencillo:
no hacen falta vasos, desgloses de recetarios,
las llaves de la puerta.

No estás en mi corazón en los últimos momentos
antes de saltar a la cancha. Pienso en ti como si me enviaran
a un cuarto con más luz, a los lugares más solitarios de este planeta.

La verdad no sé lo que haces, si flotas en tu alfombra
o si tropezaste en el metro y te rompiste los dientes,
a los que siempre –es tu pesadilla– le rondan cuervos,
gusanos o tigres.

Seguro tendrás que ir al dentista y exigirle –otra vez–
mariposas blancas o brackets que como murallas
impidan ponerle un dedo, cosa que hacía porque
siempre quise romperte uno con mi índice
y su gabardina de música caribeña.

Sé –tu bendita madre lo repite– que eres feliz;
a lo que no respondo, ya que sus dioses son parte
de subastas chiquitas y yo acostumbro a pagar
con billetes grandes.

No pienso en ti ni pinto la casa
–eso dice la regla tres–
y he tirado a la basura tus libros.

Hay, afortunadamente, cosas más importantes
que hacer: decirles a tus abuelos que te dio un infarto,
grafitear la casa de tus padres con diablos
y pentagramas, envolver a su mascota
en bolsas de polietileno hasta que se muera
lento, lento, lento, lento…

Y yo –limpio de culpa– cuando el reloj marque
las diez y cuarto, abra una bolsa de palomitas
y destape, por nuestro amor, la soda de tu marca favorita.

martes, 1 de noviembre de 2011

LA IMPORTANCIA DE LOS TIMBRES EN LAS PUERTAS

Foto tomada de mybeatifuldisaster



Ojalá volvieran los días cuando tocabas
mi pancita y soñabas con volverme grillo,
cuando viajabas a Tijuana y yo, desesperado,
atravesaba un sinfín de ejes viales pidiéndote
que no te fueras, que me era imposible soportar
ese disparo de quince días sin novia bonita
que me dijera cuánto te quiero



O tus mensajes desde el aeropuerto, que al igual
de los hoteles sin cuartos, te dejaban con tu libro
de Murakami sentadita en la sala y tecleando perfiles
de la vida moderna, entendiendo que no hay Tijuana
totalitaria ni novio más importante que un tal
Luis Daniel Pulido


Ojalá vuelvan los días cuando me abrazabas
y me decías que era tan grande como Wagner,
polemista como todo niño insoportable,
amniótico porque jamás acabo de crecer
y armenio –palabra sugerida para no decirme
sociópata o mamón– cuando decidía no hablarte


Ojalá vuelvan las tardes cuando te escribía un libro
y te mostraba los avances y tú me comprabas helados
de alguna franquicia importante y yo adivinaba el sabor
en tus labios y cerraba los ojos y amanecíamos en un auto
de lujo, contigo pellizcándome y organizando mi entusiasmo
para que no soñara demasiado


Ojalá vuelvas como vuelves en mi cumpleaños,
para desearme suerte, para decirme que no me apene
por mi ojo perdido, que regresarás y algunas veces
no será necesario que lo note


Que estarás en mi corazón por siempre
y por eso ya compraste Blackberry y sala,
recepción y lo más importante: timbre en la puerta