Los viejos
roqueros no pernoctamos en el detalle,
nos
retiramos de las fechas el año la disforia
el jardín
los que guardan silencio:
los que no
existieron
Quizá diga
“en el Tec, aquélla prepa,
embarcaciones
a la hora y pico de otro planeta”,
algo así; la
sal en la herida –digamos– no es algo
que duela
Los viejos
roqueros lo son por los caballos
galopados en
caminos de fruta podrida,
por la
Sibelius y Sérusier y Robert Johnson
El pacto con
el diablo y el manuscrito medieval
–con la
significativa excepción de la comida–
nos
volvieron budistas
Treinta años
después no dimos paz ni amor,
ni un mejor
país para tus hijos
Desde un
hotel en Cancún escribo esto
Luis Daniel
Pulido
Foto: Larry Woodman