Quisiera echarle la culpa al sol.
Que sujetos a puertos y acantilados
exhalamos la arena del mediodía.
Que no te vi, que los barcos multifamiliares
no se marchan y nos ofrecen el camarote
del fracaso de las universidades.
Quisiera decirte que el sol me hacía bajar la mirada,
que la academia arremete contra la vida misma,
que la autonomía es un laberinto de cadenas,
que te graduarás a la mañana siguiente
mientras yo con tanto unicornio y entresueño
volveré para hacer otras cosas.
Quisiera echarle la culpa al sol,
al dragón que cruza la calle en silencio,
a los cócteles que te hacen más bonita,
al corazón escolar con su juego de espejos.
Pero no.
Volveré a caminar por esa calzada
donde gritaba -¡larga vida al rock!-
hasta que la universidad disuelva sus ataduras domésticas
y te escriba poemas desde el desierto,
la cárcel o bosques de niebla espesa.
exhalamos la arena del mediodía.
Que no te vi, que los barcos multifamiliares
no se marchan y nos ofrecen el camarote
del fracaso de las universidades.
Quisiera decirte que el sol me hacía bajar la mirada,
que la academia arremete contra la vida misma,
que la autonomía es un laberinto de cadenas,
que te graduarás a la mañana siguiente
mientras yo con tanto unicornio y entresueño
volveré para hacer otras cosas.
Quisiera echarle la culpa al sol,
al dragón que cruza la calle en silencio,
a los cócteles que te hacen más bonita,
al corazón escolar con su juego de espejos.
Pero no.
Volveré a caminar por esa calzada
donde gritaba -¡larga vida al rock!-
hasta que la universidad disuelva sus ataduras domésticas
y te escriba poemas desde el desierto,
la cárcel o bosques de niebla espesa.
Foto: Aleks G. Camacho