lunes, 19 de enero de 2009

DÉJALO SANGRAR ( EN LA YARDA 20 )

Lisboa de noche (foto de Nadia Villafuerte)


Dioses orgullosos, humillados, sumidos en lo hondo,
viviendo con fantasmas y demonios,
y con el recuerdo de los espectros y la última nevada,
y con las setas de dulce veneno.
Robert Graves

Debe existir una maldad a la medida aunque no específica. Es decir, y como ejemplo, yo asumo el desarrollo de mi maldad, la persuado y demando su dosis de odio y violencia.

La maldad, no es inmediata porque es astuta, alevosa; consiste en saber proponer la destrucción del otro. Se requiere talento porque tiene que ser definitiva, sin ningún ápice de piedad.

Cuando el acto mismo se vuelve inabordable, y pierde el sentido de apropiarnos de la felicidad de otros, nos conducen al crimen. Entonces la maldad pasa de odio a ser perversa. Pero la perversidad sólo es delirante si es sexual: nada mejor que enterarse de la muerte del vecino que odias quitando unas bragas, besando unas tetas.

La maldad es cómo el pan a los hombres. Es la declaración convencional (no universal) del ser humano. Es recíproca y garantiza cierto descargo que da lugar al chingadazo que tengo ganas de darte. Pero esta maldad da pie a dos preguntas ¿Llegaremos al primero y diez? ¿Entendí bien las instrucciones del coach ?

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