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Nadia siempre repite, e incluso insiste,
que este mundo es una mierda,
que si fuéramos capaces de transformaciones
profundas haríamos de piedras delfines,
o viceversa;
no sé, confesión de parte,
si la interpretación sea correcta
y arroje saldos favorables
para su perturbadora inteligencia;
no obstante el mar permanece:
malabarista hasta el fin de la tarde;
pienso en excepciones y me veo
en el Manchester United,
bibliómano del soccer que asume
parte del sueño, el que le pertenece
y no te interesa;
pero sí la sal marina como la peste,
sí la sangre como la guerra,
aranceles de la agonía como la literatura misma,
palabra o palabras que como corderos
van tristes al sacrificio;
no Nadia, el mundo ya no es una mierda,
es sólo el color púrpura de los mataderos
con su tajada de vísceras;
y lo escribe un ciego con sus retinas
de perlas y calaveras.
Hotel Jiménez; Oaxaca, México. Sept. 2007
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