Este país no es mío,
es un saltimbanqui: el viejo
disco pirata que llegó a casa
como lo hace un perrito de la calle.
Este país me expulsó y vi cómo se
alineó
a narcotraficantes con sus corridos
y sopa de mariscos y “tiburones” de
la sierra.
La palabra ya no como el Atlántico,
la palabra como campo militar y su
espejo:
sicarios.
Este país no es el hogar al que
vuelves
cuando eres niño, no existe,
nos lo arrebataron, ya no me recuerda
al gatito que no sabe andar en la casa,
es una red social que atropella,
cooperativa de infiltrados,
poetas que publican y celebran
como lo que son: hijos del gobierno
del estado.
Este país no es mío,
tampoco amo su abismo
y su descolonización,
ni los Gordimer, los Steinbeck
los Stevenson.
Este país –entre muchas cosas–
es un taller de poesía con sus seis
horas
divididas en sesiones para un debate
que los libra de la miseria:
quién es el mejor poeta vivo
o muerto o con barba o sin ella,
con lentes o gurú o vegano
o revolucionario.
Este país es un venadito,
la neblina de la mañana,
el mendigo en tus pesadillas
y que corres con tus pataditas
al aire. Y despiertas.
El niño que se lleva el pan podrido a
la boca
no es tu hijo.
Das gracias a Dios, faltaba menos.
Luis Daniel Pulido