lunes, 25 de agosto de 2008

COPLAS (O TE CALLAS O TE ACOPLAS)



Luis Daniel:
Vamos, Nadia, dame un beso,
canta Alizee
baila un chango
dime hombre, no marido,
no me llames como aquél

Nadia:
Qué te crees, presumido,
y tu abuelo, uy, que malo,
un gañán, un Pulido,
sí qué miedo

Luis Daniel:
Te consta que no soy tonto,
un poco coco
dame un beso
un momento
y que siga este cantar

Nadia:
Ay, Pulidito, tan chiquito,
periquito, lo que tú quieres es mezclar
Pulido con Villafuerte
quién te entiende,
mujeriego, cabroncito
ya se acabo este cantar

Luis Daniel:
Cómo crees, soy Pulido,
ay qué bueno,
yo te brinco
no respingo
que Villafuerte y Pulido
mezclado da niño,
dile pingo, vida mía,
no te canses de cantar

Nadia:
No soy cuerda,
soy tu madre, una reina

Luis Daniel:
Nadia mala, estás bien buena,
tú no entiendes
tengo mucho amor para dar

Nadia:
Ay, que burro,
compra unguento,
que una palmada te voy a dar

Luis Daniel:
Sí qué miedo,
papalotes te voy a regresar

Nadia:
No le saque

Luis Daniel:
Sí le saco

Nadia:
Pues ya se acabó este cantar

UN DÍA EN LA VIDA DE SPIDER MAN




1
Los viernes de quincena acostumbro a escuchar el sonido de la ciudad, toda esa ansiedad cuya relativa calma es un murmullo que abrasa a mi oído pegado contra la puerta. Pintarrajeado de cosquillas cosmopolitas me decido a salir para cambiar mi cupón por la pizza gratis. Mi duda es, sí una pizza en su conversión de masa, azúcares y carbohidratos hace de chicos y grandes monstruos de energías, a mí, después de comerlas me da un sueño, que si no fuera por los gendarmes que tengo como proyectos de novias que a cada rato me marcan al celular, nadie me movería de ese sillón donde soy el mejor espeleólogo de sueños. Y no lo digo porque tenga cabeza de piedra (creo), sino por todos los peligros que implica tomar en serio lo de crear mi propio planeta: conquistas, estrategias donde no se utiliza laluz, universos donde el silencio es absoluto, princesas que vienen de Buenos Aires en tangas de color rosa.

2
En la mañana fui al mercado San Juan acomprar un kilo de pollo. El kilo cuesta 27 pesos, según la carga emocional de la báscula. El pollo no da para opciones inesperadas, y de eso doy fe cuando se me ocurre pedir que se le aumente un muslito más, lo que hace que mi pollo suba de 27 pesos a 34 pesos (pinche pierna, está a precio de edecán, y hasta eso, de nivel ejecutivo). Así que regreso a casa con sólo 27 pesos menos. En la tardecita –me preparo- comeré un riquísimo pollito con papas.

3
Si no se te da eso de las relacionespúblicas, no importa, en esto del periodismo alguien que tú no conoces se ve obligado a inventar entre la más mínima posibilidad de saber quién eres, algo de amistad contigo. Por eso antes de pasar al cajero se me solicita una entrevista. Hablo con la reportera de ojos bellísimos que me pregunta sobre quién soy, de dónde vengo, hacia dónde voy, y como diría Sergio Arau, si tendré boleto. Hubo turbulencia sexual y esa vocecita interior que me repetía una y otra vez: Luis Daniel, uno mata para comer. Me imaginé que nuestra sexy reportera tenía un chonguito con un hueso, una tibia para ser exactos, que le atravesaba el carapacho de dreads sobre su cabeza. Empecé a caminar a su lado mientras hablábamos, y como el destino fabulaba a mi favor, le pedí su teléfonoy correo electrónico

-¿Quieres comer pizza?- pregunté
-Siiiiií- me dijo y quedé sordo
- Luis, tu teléfono está sonando, contesta
-¿En serio? No escucho nada

Y así, juntos, como Courtney Love y Kurt Cobain, nos enamoramos en dos horas y media.

Pero el amor, tequila sunrise, delimita su tiempo a los que sólo sabemos hacer bien tres cosas: comer, contar chistes y dormir. Entonces entendí que las pizzas no nos hacen el Michael Phelps con el que las niñas bonitas sueñan. Eso sí, le dejé mi insignia de superhéroe: una araña de gomita.

4
Cuando regresé a casa todo estaba listo para devorar mi pollito con papas. Mi mamá, ese cielo claro que da al mar, me dijo con voz entrecortada

-Ay, hijo, pero si no compraste ni una sola papa
-Como siempre, esta memoria patas pa’arriba- le dije.

Y sintiéndome como el pollito perdido que camina en círculos hasta que una fila de maicitos amarillos lo guía a una casa de adobe donde alguien que lo quiere mucho siempre lo espera, bajé la mirada esperando el beso en mi frente que me devolviera la luz de faro que tengo en la mirada. Fue así que comimos, mi mamá y yo, un pollo de 27 pesos el kilo.

5
A las 9:45 de la noche recibo una llamada de mi querida “Courtney”

-Estuvo riquísima la arañita
-Pero si no se come, es tóxica
-No mames
-¿Estás vomitando?

tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tu tutu tu tu tu tu

Colgó.

viernes, 15 de agosto de 2008

NARANJADA



A Liang Cristi

El sabor de la naranjada
es una guerra perdida:
me siento con mi vaso
y bebo y no me importa
lo que pasa afuera.

Las naranjadas
son corazones de ida y vuelta,
se exprimen y me bebo sus rubores
de Hermosillo o Martínez de la Torre.
Qué más da,
igual brinco trancas y corto girasoles
para llevárselos a mamá.

Las naranjadas me despellejan
por su rico sabor y dan paso
al azul y rojo del más gordito Spider Man.

martes, 12 de agosto de 2008

ARROZ CON PALITOS




No todo lo que pasa en un hospital es amargo y triste. Y esto a pesar de que los terrenos médicos pasan por alto muchas veces a los familiares de los enfermos para no confrontar su visión personal, egoísta, inconciente. Imagínese a Hipócrates contestando: si, güey. Porque los llamados médicos internos, abanderados de macroplazas, departamentales e industrias, no ejercen su profesión para subculturas económicas que no obligan precisamente al éxito. Ya vendrá la hora de estudiar una especialidad lo más lejos de Chiapas y así ser parte de la centralización copular de boticarios elite.

¿Para qué asomar la nariz donde no los llaman ni necesitan?

Pero en un caso de emergencia uno no puede hacerle al Baterbly

-¡Enfermera! ¡Enfermera! La paciente de la cama 72 grita bien cabrón de dolor
-Háblele a la doctora Chong- me responde la innombrable con ese desdén de dama de sociedad.

Y allá voy

-Doctora Chong, doctora Chong ¿doctora Chong?

A las dos de la mañana, como el pollito que rompe el cascarón y asoma pico y ojos al mundo, aparece la doctora Chong de entre bolsas de sabritas, cacahuates y una enorme sábana con olor a insecticida. No sé si fue un sueño, pero la doctora medía aproximadamente 1.20 de estatura, por lo que pensé que era testigo de una desbandada de duendes.

-Disculpe ¿Chong es su apellido?
-Sí
-El segundo acaso será Guito
-No ¿Por qué?
Porque eres la doctora Chong Guito

Quizá, algún día, ella y yo comeremos arroz con palitos. Hoy sólo me dio palos, sapos y centellas.

BIP…BIP…BIP


A mi primo, Wall-E

Están de moda los robots, esa sensación de caminar con los pies pegados que deriva como única respuesta actos que hacen posible zurcir el metal. Mover las manos gracias a los hilos invisibles manipulados por una familia que insiste desde el espacio: todo porque es duda la existencia de lo que aquí se plantea.

Ser un robot, dar grandes saltos porque si de un ejemplo se trata esto es lo primero que se lee de una larga lista de actos impresionantes que puedo hacer sin despeinarme un remache.

Y digo bip…bip…bip para alcanzar mayor altura, ya que una caja de galletas arriba de un refrigerador siempre es una posibilidad latente y presente ¿Qué tal en nochebuena?

Herederos de un patrimonio cultural que nos acusa de pioneros, los robots –que siempre tenemos las puertas de la casa abiertas- hemos intentado que el azul del planeta no se asome a tu ventana en forma de fauces voraces, sino como una flor que se deshoja y redime la condición mortal del amor en cada soplo rojizo del alba, ese niño que abre apenas sus primeros pasos para encimarse al redondeo de cuando se compran los objetos ¿Qué creían? Por supuesto que los anteojos de aviador que uso no son gratis.

Soy un robot, insisto a la señorita Moreau que afirma “caminas como pingüino todo el día”.
Pero soy el robot que cabe en la palma de tu mano en espera de buenas noticias. Situar los pies al borde del abismo que forman tus dedos, lanzarse a las soleadas mañanas de todas esas cosas por descubrir: la astronomía, la literatura, las matemáticas, el futbol, el huitlacoche, el western, el colegio de niñas, las ciencias sociales, las aproximaciones multidisciplinarias de técnicas prematrimoniales.

Los robots damos un paso como si temiéramos aplastar una fila de hormigas. Por eso caminamos sólo si contamos bonitas historias, un poco de betún y de raspones en las rodillas. Cumpleaños que llegan a mi rostro en gestos: ojitos, guiños, pucheros, la espuma de la ola ¡¡El robot tiene rabia!!

Vamos, a los robots no nos da rabia. Como carecemos de piel, reírnos ocasiona colisiones musculares. Decimos ji, y te imaginas el tinaco oxidado de la azotea; decimos je, y suena como un montón de latas que una máquina aplasta; decimos ja, y nuestros corazones martillean el acero de lo que dejan las guerras.

Tengo un ojo que ya no es un ojo sino un algodón desbordándose en tres metros de lágrimas. A pesar de eso, en la parte inferior, me permito hacer unos ajustes a mi casco en la palabra “kawazaki” con mi técnica Bradbury: dotado de ocho millones de años luz, así sea para adelante o para atrás. Por eso a veces en mi casco aparece la palabra Telefunken, y en otras Palm, X-Box, Ipod.

El futuro, eso espero, sea la mejor selección de cuentos de robots con su sesión de preguntas y respuestas

¿Si eres un robot, por qué ayer te dio calentura?
¿Es cierto que vienes de otra galaxia o de la colonia Emiliano Zapata?
¿Cuál es tu banda de rock favorita?
¿Tienes novia? ¿Es bonita?

DÍA A DÍA (POSTRE A POSTRE)

Abro los ojos
veo el diario
checo mi inventario
de excusas
(selecciono tres)
parpadeo
sé que voy al norte
me golpeo la panza
repito: bombones
camino hecho un esquimal
hago tres horas al invierno
(en realidad me como las paletas
de la tía Rebeca)
luego doy vuelta
no sé si juego soccer
en un club Bielorruso
o con el dios del Coconut
pero mi alma de queso
se pierde en los adentros
de una tortillita
¡estás en la cafetería
de la mamá de Marina Marina!
la que sale en la tele
me dicen Omar y Tere
Apuntan: da gracias a dios
Agrego: y a la vaca también
que cooperó con la leche
Nadia dice: ¿te regresamos al hospital?
Yo digo: guárdame para siempre los postres

domingo, 3 de agosto de 2008

BRAILLE

Existe un lugar donde los ojos
están fijos a la pantalla de un televisor,
a esa pequeña Babel cromática
de ciudades evacuadas,
al ruido flotando en una barca
sobre camas habitadas por fantasmas,
viejas estaciones de trenes
que al menor roce con la sangre se oxidan,
viejas jaulas de pájaros en manchas de estaño.

Y ese sonido de la ambulancia
que pasa de puntas por la piel,
el color púrpura en el aire
de la madrugada,
el brillo en los escalpelos
que sólo ven los ciegos.

Escucho al sol que rompe su cáscara
y se asoma con su luz anaranjada
por los muros, una fila de hormigas, los cristales,
al canario que domina el mundo
desde lo más alto de una palmera

¿Es mi mamá esa niña que sale a cortar flores?


Hospital del Issste; Tuxtla Gutiérrez, Chiapas