A Gina
Yo
puedo ser invitado de honor,
ciudadano
emblemático de una ley aprobada,
salir –comiendo
pepitas, por ejemplo–
en la
pantalla gigante de un estadio de futbol
o en
un mural de una escuela de Artes Plásticas
Abrir
y cerrar los ojos,
alzarme
la camisa, rascarme la panza,
pasar por
encima de un montoncito de cabezas
mi vaso
de cerveza, digamos: allá ustedes
con su
cuadro combativo, sus venas abiertas,
la documentación
tributaria, el perro que ladra
Yo –y
es que a mi edad la epistemología,
el menoscabo,
el periodismo independiente
y el
que no– no representan en importancia
una carrera
de caballos, un verso aeronáutico,
ocho días
a los dados
Yo –y
disculpen por citarme en el ejemplo–
me siento
en el jardín de la casa,
nada sé
del mundo, los clichés, las palabras;
han muerto
Galeano, Grass y un chingo de gente
–me
dicen– y yo, sí, yo, veo cómo se posa una mariposa
en mis
dedos y alcanzo a decirle a mi novia,
con cierta
dulzura, tengo hambre
Luis
Daniel Pulido