Cuando voy a la cama no rezo, pero digo:
Dios, considera un huequito para mí
en el archivo de la pelirroja.
Luego me imagino chino y cultivo
algodón y arroz en mis almohadas.
Cierro los ojos y me robo un cocoloco
de sus labios. Hago bucitos y aparece
solicitando servicio a mi bar playero.
Pero yo soy chino y ella princesa de Eslovaquia,
por lo que pido a los dioses zarapes del meritito Saltillo;
así, calientitos, intercambiamos pasaportes y besitos.
¡Házmela buena Diosito!
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