domingo, 8 de agosto de 2010

EL DÍA QUE ME ENAMORÉ DE LA MUJER MARAVILLA

Foto: Belén Asad


La he vuelto a ver. No puse atención a la hora, a la fecha.
Era ella, su soledad frente a la caja registradora
y ciertos números beligerantes.

Me habló de la Universidad, de esa mezquita de contadores
que hoy, de adultos, platican de los viejos tiempos
agrupados en su Chiapas y lo que aparentan: llevar una buena vida.

Me revisó los brazos –nunca he logrado manejar
con discreción los mercados compatibles
entre precio y jeringa– y sus ojos me aventajaron
en tristeza: lloró, fue convincente. Nos abrazamos.

Soy un cínico, es mi derecho de propiedad;
no conservo –para bien o para mal– tradiciones proféticas,
me sobra autoridad y eso nada tiene que ver con la poesía.
Disparo a matar.

Le dije que la amo y me llevó a su casa.
Desde allá doy fe de nuestro maravilloso
mediodía francés.

Ahora iré a la tienda por cigarros.

Estoy vivo y eso es lo que cuenta.

3 comentarios:

GODDES dijo...

Estás vivo y con ello el mundo gira para mí, late, es el mar

Besos

Karen Kawakabu dijo...

Y bien vivito ¡Viva!

Besos

luis daniel pulido dijo...

Yuri:

Hasta tablita de surfer traigo

Besos

Karen:

Y moviendo la colita, también

Besos