A Dámaris Disner, mi famosísima D. D.
No es un secreto: Quiero mucho a Dámaris.
Ella me ve como su hermano mayor
y yo como la hermanita que me recomendaron
los expertos.
Quise, y acuso por ello al calentamiento
global y a la industria armamentista,
robarle un beso. Me mandó por tortillas.
Sin embargo el amor que siento
sabotea cualquier acción responsable
y uno nunca sabe.
He vuelto a poner el tema en la mesa,
y es que por las noches y con mi pijamita
roja de diablito triste escribía “ah, cuánto la quiero”.
Y lloraba, sí, lloraba un poquito.
Y más allá de proponerle matrimonio y que ella no aceptara,
los incidentes -y accidentes- como el del miércoles
me hicieron retroceder años atrás, cuando la buscaba
y los recorridos eran los de dos niños que se quieren.
Nunca una teoría que pulsara la maldad,
y quizá por ello nunca supimos cuando
era el principio o el final de lo que nos molestaba.
No estuve cuando su mamá murió,
y eso me duele.
Quise ir directo al código genético que nos une
y estar a su lado como lo que somos:
hermanitos inseparables, de meter golosinas
de contrabando al Cinépolis, de cantarle serenatas
en la madrugada y decirle “adiós, mamá” a su mamá
y sentarme donde D. D. me indicara.
Siempre he guardado para ella mis ojitos
de Hombre Araña, y eso hasta que nos
arropa el alba.
No es un secreto: Quiero mucho a Dámaris.
Ella me ve como su hermano mayor
y yo como la hermanita que me recomendaron
los expertos.
Quise, y acuso por ello al calentamiento
global y a la industria armamentista,
robarle un beso. Me mandó por tortillas.
Sin embargo el amor que siento
sabotea cualquier acción responsable
y uno nunca sabe.
He vuelto a poner el tema en la mesa,
y es que por las noches y con mi pijamita
roja de diablito triste escribía “ah, cuánto la quiero”.
Y lloraba, sí, lloraba un poquito.
Y más allá de proponerle matrimonio y que ella no aceptara,
los incidentes -y accidentes- como el del miércoles
me hicieron retroceder años atrás, cuando la buscaba
y los recorridos eran los de dos niños que se quieren.
Nunca una teoría que pulsara la maldad,
y quizá por ello nunca supimos cuando
era el principio o el final de lo que nos molestaba.
No estuve cuando su mamá murió,
y eso me duele.
Quise ir directo al código genético que nos une
y estar a su lado como lo que somos:
hermanitos inseparables, de meter golosinas
de contrabando al Cinépolis, de cantarle serenatas
en la madrugada y decirle “adiós, mamá” a su mamá
y sentarme donde D. D. me indicara.
Siempre he guardado para ella mis ojitos
de Hombre Araña, y eso hasta que nos
arropa el alba.
No es un secreto: Quiero mucho a Dámaris.
6 comentarios:
PARA NADIE ES UN SECRETO QUE QUIERES MUCHO A TU SHAKIRA CHIAPANECA, JE. ME ALEGRO PORQUE HAS REENCONTRADO A CHINCHO. ESPERO QUE SIEMPRES SEAN AMIGOS, POR LO BIEN QUE TE SIENTES Y POR LOS TEXTOS DIVERTIDOS QUE NOS DEBEN, JAJAJA
BESOS
Um, pero sus discusiones eran divertidas, perdón, lo celebro por ti y por Chincho¨
{Los necesitamos
Chincho, está ahí?
No te muevas de tu sillita, te ves bien bonito
Besos
Marina:
Gracias, tengo a Chincho jugando fut de nuevo. Es un goleador tremendo. Al rato te envío sus videos
Besos
Karen:
Pasado los años, lo entiendo; yo también me río de tanats aventuras
Besos
Denisse:
Estoy aquí, sentadito. No me moveré
Besos
Yo quiero con tu hermanita, Cuñao, je
Chinchoooooooo
te quierooooooooo
Publicar un comentario