A Gina
Fui
un niño con misiones asignadas:
el
cuarto de castigo, el Ritalín –como un sicario–
en
las puertas de mi cabeza,
islas
que se hundían en mi presencia
No
sé cómo llegué a esto:
leer
en público, tener amigos,
segundos
planos de un balón
a
mitad de precio,
jugar
–sí, jugar– de portero
Hubo
tragedias –esa respiración lenta
y
pegajosa de lo que nos marca como malditos–
en
cuestión de segundos: manos llenas de sangre,
violaciones
a la regla, gritos de la maestra
Y me
dijeron que sólo Dios me salvaría,
algo
que al paso del tiempo niego,
fue
algo más sencillo: mi mamá
y un
papalote y un carrito de plástico
Luis
Daniel Pulido
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