A Mayo, dueña de esta bonita canción de amor
Hemos pasado juntos grandes tardes,
abrazados y jalando la hebra sin nubes
de un hospital, preguntando a los indios
apacheschiricahuas el secreto para matar
mosquitos, sumando mi pequeña colección
de besos.
He sido y sigo siendo un hombre feliz
a tu lado, a veces malhumorado e inquieto,
a veces tímido como el Hombre Araña
frente al reloj de arena.
Feliz desde nuestra primera cosecha
en el café San Carlos, cuando te tomé
entre mis brazos y los peces que había
subido al barco saltaron por todas partes.
Me puse triste cuando la ventana
del adiós, hasta pronto se abrió
lentamente y se asomó esa ciudad
de donde vienes y a la cual regresabas
por dos semanas.
Te extrañé, por supuesto.
Supuse que en tu pancita
habría un tesoro enterrado;
pero tú me gritaste que no,
eran cólicos menstruales.
Y te ofrecí el tecito más poderoso
de la Tierra: agüita de coco rallado,
pero tú me querías morder una oreja.
Ese día estuve callado,
era el asaltabancos condenado a muerte,
el cristal roto de un Valiant blanco.
Al otro día volvimos a platicar
como si nada. Me explicaste
que eso pasa cada 28 días.
Yo te liberaré, al menos 9 meses,
con mi súper esperma, ese que lee
novelas de Vargas Llosa.
Tú reíste y me dijiste “¡Canijo!”
Ayer discutimos y fuimos soberbios
hasta para decidir caminos.
Aventé al lado contario de donde
se dirigían nuestros corazones
el teléfono.
Amanecimos, pues, con el cumpleaños
de Cindy y navegando.
Nos reencontramos como a eso de las siete
de la mañana bajo el mismo paraguas
de flores blancas.
Y te besé y te abracé y comimos pastel.
abrazados y jalando la hebra sin nubes
de un hospital, preguntando a los indios
apacheschiricahuas el secreto para matar
mosquitos, sumando mi pequeña colección
de besos.
He sido y sigo siendo un hombre feliz
a tu lado, a veces malhumorado e inquieto,
a veces tímido como el Hombre Araña
frente al reloj de arena.
Feliz desde nuestra primera cosecha
en el café San Carlos, cuando te tomé
entre mis brazos y los peces que había
subido al barco saltaron por todas partes.
Me puse triste cuando la ventana
del adiós, hasta pronto se abrió
lentamente y se asomó esa ciudad
de donde vienes y a la cual regresabas
por dos semanas.
Te extrañé, por supuesto.
Supuse que en tu pancita
habría un tesoro enterrado;
pero tú me gritaste que no,
eran cólicos menstruales.
Y te ofrecí el tecito más poderoso
de la Tierra: agüita de coco rallado,
pero tú me querías morder una oreja.
Ese día estuve callado,
era el asaltabancos condenado a muerte,
el cristal roto de un Valiant blanco.
Al otro día volvimos a platicar
como si nada. Me explicaste
que eso pasa cada 28 días.
Yo te liberaré, al menos 9 meses,
con mi súper esperma, ese que lee
novelas de Vargas Llosa.
Tú reíste y me dijiste “¡Canijo!”
Ayer discutimos y fuimos soberbios
hasta para decidir caminos.
Aventé al lado contario de donde
se dirigían nuestros corazones
el teléfono.
Amanecimos, pues, con el cumpleaños
de Cindy y navegando.
Nos reencontramos como a eso de las siete
de la mañana bajo el mismo paraguas
de flores blancas.
Y te besé y te abracé y comimos pastel.
7 comentarios:
MJÚ
Si, esa es nuestra historia corazon, y lo que nos falta... Love you!
Luis Daniel:
Envidio tu forma de amar, de ver la vida, tus ojos de niño
Besos
Qué hermosa se vuleve la vida cuando te leo. Gracias, Luis por existir, por no dejarte caer
Besos
Uyuyuy, el amor, el amor
Eres grande, Chincho, Luis Daniel Pulido, pues
Lolita:
No entendí
Mayo:
Y lo que falta, y lo que viene
Te amo
Yuri:
Y todo por ser el líder de goleo del barrio
Besos
Karen:
Ya no me caigo ni cuando hago la grulla, je
Besos
Diana:
Y me veré más grande cuando me envíes mi camisa del Monterrey, yija
Besos
Ja, qué poema tan tierno e ilustrativo
Besos
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