viernes, 27 de marzo de 2009

¿Y LOS NIÑOS LAS PREFIEREN RUBIAS?

Foto: Ernesto Caparrós

Existe un portal que se abre y nos permite entrar por ratos –como espectadores- a los viejos campos donde nos preparábamos para hacer lo que sigue siendo la pregunta del millón: ¿Quieres ser mi novia?


Para mí, un niño tímido, los terremotos del desamor eran de consecuencias impredecibles. A veces me consolaba sentado en la sala de un Bancomer estornudando por el aire acondicionado. Extraño modo, quizá, pero efectivo por mi alergia, la cual me hacía regresar a casa porque el ejército invasor de mocos reclamaba mi condición de hombre libre y enamorado.


Ya en casa, mi mamá me daba de tomar un montón de medicinas al compás de tangos y marimbas. Carlos Gardel era un señor que con su voz lanzaba flores al corazón de mi madre. Eso es el amor en los adultos, pensaba, y no el barullo de mi corazón de niño.


Supongo que las cosas al paso de los años cambian y que las monedas que aventaba a las fuentes hoy suman depósitos bancarios, cheques de viajeros, recibos de hipotecas, sombras que caen sobre mis hombros.


De niño, sigo pensando dentro del mismo portal de recuerdos, alguien renuncia a ciertos derechos de la vida y no fui yo en este caso. Papá había muerto y mamá me compraba muchos boletos para ir al cine, por lo que todos los sueños de esa época siguen siendo éxitos en la cartelera de mi vida.


Entiendo que los trasplantes de médula ósea fallen, así como las vacunas contra el cáncer, o que en un temporal de tristeza me quede ciego. Lo que no entiendo es por qué en las estadísticas sobre muertes de niños no aparece la de “corazones rotos por niñas güeritas que usan lentes y tienen braquets”


Por eso entre estornudos y raspones, me pregunto ¿Y los niños las prefieren rubias?

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