viernes, 13 de marzo de 2009

NUEVA FANFARRIA PARA EL HOMBRE COMÚN

Metro de París. Foto. Nadia Villafuerte.

En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar los días bajo temperaturas extremas,
a veces sentado sobre una caja de zapatos
y pensando en cómo robar un banco.

Son dieciocho años de soledad y exilio,
de no tener amigos,
de ver cómo los regionalismos
parten de la coacción:
de millones de comedores
donde hasta los animales son dóciles.

Han sido tantos años de ir al cine,
de romances fortuitos
y tirar al bote de la basura
-con la náusea que me provocan los cobardes-
el Gulag de sus jóvenes zapatistas.

De ver cómo idiotizan las palabras
“tierra y libertad” los meretrices
de los derechos humanos
y dramatizan con recursos
bastante modestos la tradición
pseudo-humanista de las marchas.

En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar el tiempo en una cancha de frontón
donde refrendo el derecho a morir
junto a mi padre sin la necesidad
del lector común de noticias,
ni de la vocación universitaria
del remedo francés que confunde
el comunismo ortodoxo con propuestas
de legalizar la marihuana
o bien con un ejército anarquista
de madres solteras.

En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar los años esperando el ajuste de cuentas
para pintar como Klossowsky
y escribir como nadie.

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