En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar los días bajo temperaturas extremas,
a veces sentado sobre una caja de zapatos
y pensando en cómo robar un banco.
Son dieciocho años de soledad y exilio,
de no tener amigos,
de ver cómo los regionalismos
parten de la coacción:
de millones de comedores
donde hasta los animales son dóciles.
Han sido tantos años de ir al cine,
de romances fortuitos
y tirar al bote de la basura
-con la náusea que me provocan los cobardes-
el Gulag de sus jóvenes zapatistas.
De ver cómo idiotizan las palabras
“tierra y libertad” los meretrices
de los derechos humanos
y dramatizan con recursos
bastante modestos la tradición
pseudo-humanista de las marchas.
En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar el tiempo en una cancha de frontón
donde refrendo el derecho a morir
junto a mi padre sin la necesidad
del lector común de noticias,
ni de la vocación universitaria
del remedo francés que confunde
el comunismo ortodoxo con propuestas
de legalizar la marihuana
o bien con un ejército anarquista
de madres solteras.
En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar los años esperando el ajuste de cuentas
para pintar como Klossowsky
y escribir como nadie.
pasar los días bajo temperaturas extremas,
a veces sentado sobre una caja de zapatos
y pensando en cómo robar un banco.
Son dieciocho años de soledad y exilio,
de no tener amigos,
de ver cómo los regionalismos
parten de la coacción:
de millones de comedores
donde hasta los animales son dóciles.
Han sido tantos años de ir al cine,
de romances fortuitos
y tirar al bote de la basura
-con la náusea que me provocan los cobardes-
el Gulag de sus jóvenes zapatistas.
De ver cómo idiotizan las palabras
“tierra y libertad” los meretrices
de los derechos humanos
y dramatizan con recursos
bastante modestos la tradición
pseudo-humanista de las marchas.
En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar el tiempo en una cancha de frontón
donde refrendo el derecho a morir
junto a mi padre sin la necesidad
del lector común de noticias,
ni de la vocación universitaria
del remedo francés que confunde
el comunismo ortodoxo con propuestas
de legalizar la marihuana
o bien con un ejército anarquista
de madres solteras.
En Tuxtla Gutiérrez he visto
pasar los años esperando el ajuste de cuentas
para pintar como Klossowsky
y escribir como nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario