No es que Claudia haya visto la memorable película del joven Manos de Tijera, pero se propuso hacer con las sales blancas petrificadas de las aguas glaciares un Pie Grande con sólo cuatro tijeretazos.
Me invitó a ser el modelo y me acompañó a la pequeña sala de su casa, donde su mamá me invitó un sabroso chocolate y su hermana me dijo un refrán (¿o advertencia?)
“los caballos son para cabalgar y los modelos para cortar”
Claudia ya había sido noticia en el mundo del arte con su obra “el perrito sin orejas” fechada en el año 1413 de la era “Cintalapa”.
Se me sugirió –para posar- una postura similar a la de aquellos hombres que se echaban el mundo a cuestas y tenían nombre de equipo de futbol soccer: Atlas.
Y Claudia cortaba y cortaba y recreaba los cortes con canciones de un españolito trabalenguas.
Algo debió tener mi cabello que Claudia me propuso cortarlo, hacer de el un puñito de nieve, una persiana abierta en plena frente, un coquito de aguas profundas como suelen ser mis ideas, las mismas que –ustedes saben- se manifiestan encendiendo un foquito de 60 watts y con la frase –ah, pero si tuviéramos…¡¡orejas!!
Fue así que regrese a casa con mi foquito apagado y mi tabla de surfer en espera de que me indemnice con mil pasteles de queso congelados.
Desde Pulidín City
Chincho, sin sus dos orejitas
Me invitó a ser el modelo y me acompañó a la pequeña sala de su casa, donde su mamá me invitó un sabroso chocolate y su hermana me dijo un refrán (¿o advertencia?)
“los caballos son para cabalgar y los modelos para cortar”
Claudia ya había sido noticia en el mundo del arte con su obra “el perrito sin orejas” fechada en el año 1413 de la era “Cintalapa”.
Se me sugirió –para posar- una postura similar a la de aquellos hombres que se echaban el mundo a cuestas y tenían nombre de equipo de futbol soccer: Atlas.
Y Claudia cortaba y cortaba y recreaba los cortes con canciones de un españolito trabalenguas.
Algo debió tener mi cabello que Claudia me propuso cortarlo, hacer de el un puñito de nieve, una persiana abierta en plena frente, un coquito de aguas profundas como suelen ser mis ideas, las mismas que –ustedes saben- se manifiestan encendiendo un foquito de 60 watts y con la frase –ah, pero si tuviéramos…¡¡orejas!!
Fue así que regrese a casa con mi foquito apagado y mi tabla de surfer en espera de que me indemnice con mil pasteles de queso congelados.
Desde Pulidín City
Chincho, sin sus dos orejitas
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