Se dice, se escucha por los pasillos de este mar turquesa de sombrero tejano y arena de lejanos sueños, que pulpos de media tinta se comen la luz del verano.
Pienso que es un acto injusto porque de anaranjado paso al verde y del verde al azul y del azul a arrugas en mi frente.
Pero contrario a los cangrejos boquiabiertos que con sus accidentadas patitas remueven la arena, me corresponde caminar confirmando la suavidad del mar con estos letargos que encuentran a su paso poemas sin proponérmelo.
Mal hacen los cazadores furtivos en decir camarón que se duerme se lo lleva la corriente, porque navegar es lo más parecido a recolectar sueños.
Bajo el mar no hay un mundo de sombras, ni el otoño afecta a los corales; más si hay luna perfecta en el cuerpecito arqueado de Leti, con su bikini de perlas, su cadera de isla pequeña, su sonrisa de aguaceros de seda.
Ustedes no lo saben, pero bajo el mar decir "te quiero" y "paraguas", es lo mismo. Como Leti tampoco sabe que "al mojo de ajo" y "totopo" significan "moriremos". Mi corazón de río subterráneo es la fuerza, el coraje para cuidarla de tan tristes presagios.
Sí, sí quiero mucho a Leti. Por ello el mar es sólo uno cuando las luces del cielo se adormecen bajo su falda transparente. Entonces el oleaje nos indica que podemos traer al mundo camaroncitos recién nacidos.
¡Ah qué buena salen estas camas de burbujas!
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