Ilustración: Claudia Pon Cáceres
Claudia:
Sólo tú y yo sabemos la clave que resguarda el Banco de la Reserva Federal de Maldades sobre el número de animalitos muertos bajo los nombres de Claudia y Chincho.
La lista va de lagartijas deshechas por la pólvora de cohetones hasta la ranita que no pasó la prueba de calistenia y quedó embarrada en tu tenis por no brincar tan alto como tú lo exigías
Claudia:
Sólo tú y yo sabemos la clave que resguarda el Banco de la Reserva Federal de Maldades sobre el número de animalitos muertos bajo los nombres de Claudia y Chincho.
La lista va de lagartijas deshechas por la pólvora de cohetones hasta la ranita que no pasó la prueba de calistenia y quedó embarrada en tu tenis por no brincar tan alto como tú lo exigías
–Brinca ranita, brinca- y ¡zwip! vía libre para “el otro lado”.
Lo que vimos y quise pasarlo (para no asustarte) como horario de aviones con destino a la Ciudad de México no era más que “eso” destripado.
No importa –dijiste- y nos alejamos para apalear murciélagos que de seguro nos chuparían la sangre y acabarían con el árbol de mangos de tu jardín mágico.
Y ¡pas! el primero, ¡pas! el segundo, ¡pas! el tercero. Murciélagos muertos con la lengua de fuera y por la sobrecarga de palos que terminaban por darnos mucha risa.
Tu mamá y la mía culparon de todo esto a la industria norteamericana del entretenimiento. Y desde ese día jamás volvimos a ver la tele juntos.
Hoy ambos tenemos una carrera y sólo practicamos travesuras que no exigen mucho esfuerzo, como cercenar las orejas de trovadores desafinados.
Desde Pulidín City
Chincho, con su playera de Motorhead.
No hay comentarios:
Publicar un comentario