Es Claudia esa bellísima señorita
que me trata como peón de hacienda,
quien me destina un asomo de Corn Flakes
y un poco de leche que apure el asunto
de no ser gordito para siempre.
Es Claudia quien jura en nombre
de Santa Patita y la Virgen de la Berenjena,
que los gorditos somos como gatos tuertos
o diabolus pasados de moda y en venta.
Es Claudia quien mordisquea la vida
desde su cama, sin prisas y a distancia
de los hacendistas del periférico.
Es Claudia un millón tres mil veces bien bonita,
mis ojitos tristes por el martillazo de su indiferencia
a mis deditos, que aún moraditos y azules
la buscan en el cuadrante de la revista Vanity Fair,
balcones de Palacios, el brillo de los diamantes.
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