sábado, 12 de abril de 2025

VOY A ESCRIBIR UN LIBRO A PARTIR DE ESTA PLAYA DESIERTA


 

Los escritores, pareciera, nacen viejos. Se aferran a los temas serios, a lo obvio: a la pobreza, lo social, la violencia. Y supongo que no está mal; somos los grandes tiranos de la palabra hasta que autores y público se unen en un mismo bostezo. El escritor, entonces, se vuelve sospechoso cuando parte, barquito de papel en mano, de su corazón de niño y se aparta de esos temas y juega a escribir historias. Escribir es jugar. Primero una palabra que salta –irresponsable– sobre el sartén (y acá qué importa que lo tengas del mango) que se cuece y se hace tocino, tocino crujiente. Después la oración completa, la tierra de nadie, las galaxias paralelas, el dudoso gusto por las verduras, y todo porque –en este punto– tu novia no se enoje.
Dicen que los libros hechos por adultos supuran “mundos reales, humanos voraces”. En los libros para niños las cosas pasan con los ojos cerrados: puedes escuchar el mar, el meteorito que cae en el océano, al ratón que se cuelga del segundero, el dragón que quiere ser tu amigo.
Yo –déjenme decirles– ya hice amistad con uno regrandote y que escupe harto fuego e ilumina la noche.
Luis Daniel Pulido

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