jueves, 12 de junio de 2014

CUANDO LAS LUCES SE APAGAN Y LOS LIBROS DICEN MUCHO



Sé que no es fácil ser mi novia, tengo cuarenta y tres años 
y sumo tantas ex parejas como mundos fantásticos,
testimonios –algunos sencillos, otros rayando en la tragedia– 
que a pesar de todo (me escriben) guardan, sin rencor, 
mi playera conmemorativa de George Harrison

Y agradezco que sigan pensando que en mi corazón ronda el ratoncito 
de la suerte y todas esas cosas que inventaba y se publicaron en un libro 
–válgame una fanfarria– en una colección universitaria

Y se fueron y en su momento estuve triste: hubo cocaína, whisky 
y eso que Cabrera Infante llamó “gotas de sangre negra”

Hoy salgo a caminar por las calles, y me pierdo en esa violencia contenida, 
en el coágulo que me deslinda de la estúpida música norteña; 
coágulo de cuartos oscuros y vacíos que sólo permiten los sonidos
de un tal Roger Waters, de un señor de nombre Eric Clapton

Hoy, por ejemplo, amanecimos rodeados de libros

Con Gina, a mi lado

Luis Daniel Pulido

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