Sé que no es fácil ser
mi novia, tengo cuarenta y tres años
y sumo tantas ex parejas como mundos fantásticos,
testimonios –algunos sencillos, otros rayando en la tragedia–
que a pesar de todo (me escriben) guardan, sin rencor,
mi playera conmemorativa de George Harrison
Y agradezco que sigan pensando que en mi corazón ronda el ratoncito
de la suerte y todas esas cosas que inventaba y se publicaron en un libro
–válgame una fanfarria– en una colección universitaria
Y se fueron y en su momento estuve triste: hubo cocaína, whisky
y eso que Cabrera Infante llamó “gotas de sangre negra”
Hoy salgo a caminar por las calles, y me pierdo en esa violencia contenida,
en el coágulo que me deslinda de la estúpida música norteña;
coágulo de cuartos oscuros y vacíos que sólo permiten los sonidos
de un tal Roger Waters, de un señor de nombre Eric Clapton
Hoy, por ejemplo, amanecimos rodeados de libros
Con Gina, a mi lado
Luis Daniel Pulido
y sumo tantas ex parejas como mundos fantásticos,
testimonios –algunos sencillos, otros rayando en la tragedia–
que a pesar de todo (me escriben) guardan, sin rencor,
mi playera conmemorativa de George Harrison
Y agradezco que sigan pensando que en mi corazón ronda el ratoncito
de la suerte y todas esas cosas que inventaba y se publicaron en un libro
–válgame una fanfarria– en una colección universitaria
Y se fueron y en su momento estuve triste: hubo cocaína, whisky
y eso que Cabrera Infante llamó “gotas de sangre negra”
Hoy salgo a caminar por las calles, y me pierdo en esa violencia contenida,
en el coágulo que me deslinda de la estúpida música norteña;
coágulo de cuartos oscuros y vacíos que sólo permiten los sonidos
de un tal Roger Waters, de un señor de nombre Eric Clapton
Hoy, por ejemplo, amanecimos rodeados de libros
Con Gina, a mi lado
Luis Daniel Pulido
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