Hola. Mi mamá se llama Rosalba Aguilar Zambrano y me
cuenta cuentos. Ella es huérfana, vino a la vida en un barquito, conoció a mi
padre y nací yo. Mi papá, un viejo gentleman
dado a las ocurrencias, hizo la más descabellada: se murió. Es así que mi mamá
y yo hemos enfrentado, solos, enormes peligros: ataques de tiranosaurios y
mosquitos rabiosos en la selva; de truhanes en Colombia y piratas de otro mundo;
hasta el más tremendo ataque de viruela.
Mi mamá es “súper”: hace que rinda el dinero, sabe de las
dosis exactas de caramelo en los postres, dobla mi suéter de portero y celebra
mis victorias con mi equipo: el Chamula’s Power. Y no, no estamos en Wikipedia,
somos del Top Uno de equipos especiales.
A mi mamá y a mí nos gusta el rock. Odiamos la música
grupera.
Pero mi mamá ya lleva días enferma y requiere donadores
de sangre. Pensé que la había herido un súper villano, de esos que abundan y
destruyen el planeta, pero no: a mi mamá sus hijos mayores la hicieron abuelita
y en esa condición cuenta cuentos, nos cuida y se hizo chiquita y su pelo se
puso blanco.
Mi mamá ya no camina y tiene 6.0 de hemoglobina, es
decir, está bien flaquita. Por eso esta carta que nos pidió Raymundo Zenteno,
para buscar y encontrar posibles donadores, no importa de dónde seas: de
Kriptón, Terán o Esparta; de Tlatelolco, Patria Nueva o Asgard.
Quizá tú no puedas, pero tus papás sí; yo estoy dispuesto
a pagar con todos los tesoros acumulados estos años, con recetas de todas las
grandes cocinas del mundo, incluso con mi colección de guantes de portero que
me regaló el legendario portero inglés Gordon Banks. Se los doy. Sólo que me
ayuden a darle sangre a mi mamá para seguir nuestro viaje.
Y para viajar a donde sea es posible con una cadena de
manos. Y yo ya tomé la tuya.
Luis Daniel Pulido
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