Existe hoy en día un tipo de gente, en su mayoría poetas jóvenes, que pronuncian la palabra “alemán” casi siempre con las ventanas abiertas de la nariz. Signo indudable de que, en estas personas, hasta el patriotismo es imitación.
Lichtenberg
Lichtenberg
Encontré un buen lugar para vivir. Todo lugar es bueno. Un durazno, por ejemplo, sin pasajeros y sin la menor idea de ser envuelto por el aroma de la hierba y colisiones de miles de gotas de brisa que beberé como si fueran ginebra seca.
Vivir bajo la sombra del durazno que redime patrias tan sencillas como el de las abejas que leen a Whitman, o el de las hormigas soldados que desertaron porque el hierro que mata jamás se convirtió en una fuente de agua transparente.
El durazno, con su olor a elotes y riachuelos, permanece insomne en el milenario riego de la huerta.
Patria es aquella que crea universos una vez que todos nos olvidan. Patria, la que te reconoce y deja un sabor dulce en los labios, como de fruta que se fermenta bajo las hojas amarillas de la tierra húmeda.
Un durazno es un buen lugar para vivir mientras se me designan los filos y herrumbres de la muerte.
Por acá no llega el cartero, pero quizá algún día reciba una postal de almendras dulces envueltas en polen.
No conocí ningún puerto; sé de ellos por la hermosa niña de quien me enamoré, por ejemplo, que de noche el oleaje abre persianas de luces, que de día cubre de tamarindo estrellas polares, que en protesta salen mujeres hermosas en bikinis de entre la arena.
Debe ser muy bonito el mar.
Mi durazno, jabonoso por lo extra maduro, conserva un adherible donde se amontonan las palabras para abrazarse y decir “Monterrey, Corp.”, el Aschwits de los duraznos, según me dijeron.
Mi durazno es ejemplo de libertad, y como tal paga el precio acompañando destierros como el mío, dando sombra o juguito cuando nos apedrean.
Todo lugar es bueno para vivir, pero el alba de mi durazno –de ancestros británicos- se zambulle en las gotitas de agua de mis alas quebradas para darle paso a los siniestros y enormes gusanos.
¿Escuchan?
¡Son los Beatles!
Y el cielo azul, azul, azul, azul…azul…azul
*Inspirado en la película BeeMovie
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