Cuando digo “nada me detiene” no es porque atacaré Tebas, ni meteré un churro en chocolate caliente para romper la dieta, esa enorme lista de lo que puedo comer y no. Lo digo como si fuera un rayo en la noche, un golpe en la mesa, el trueno que endereza los árboles torcidos de mi cerebro gracias al esfuerzo y la resistencia: subir y correr una larga montaña, custodiar tesoros enterrados por náufragos que salen al mar en época de lluvias. “Nada me detiene”, digo, como último acto de sobrevivencia. Ya no hay canchas de fut ni porterías. Soplo a los mosquitos que rondan mi rostro. Tomo algunas fotos. Regreso a casa y leo un mensaje: “El nuevo régimen político y económico se construirá a través del diálogo democrático entre todos los mexicanos”. Escupo mi café.
Luis Daniel Pulido
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