Mi novia de la secundaria
–que en ese entonces tenía catorce
años
y hoy casi cumple cuarenta y ocho–
no tenía idea de Estados teocráticos,
juego de poderes, conflictos
diplomáticos,
el corte transversal de la ironía:
su pubertad apuntaba hacia otras
posibilidades
Atribuyo el desfase a su Dios, sus padres,
la estampita con oraciones para los
niños pobres;
a su pueblo y los corrales con
gallinas,
su fe de niña desnutrida, ah, y la
milpa
Ella y yo sumamos casi un siglo,
ese disparatado dato que refriega la
nostalgia,
los esguinces, las penitencias
intestinales;
que apuntala a los fracasos de los
sistemas
Ella no lee ni le importa la poesía y
los discursos
y las homilías de tan culto ejercicio
Pensé que estaba muerta –ya saben–
la providencia, la suerte y el azar,
el pan de cada día:
los aviones caen, los autos se
estrellan
y además: tiembla
No es así: vive y viaja cada año a
Nueva York,
París, Las Vegas y un humilde etcétera
Sabía que esos lindos ojos verdes no eran
para ciudades distópicas
La belleza y su gran público
Sí, aplaude
Luis Daniel Pulido
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