Se
me cuestiona mi afición al soccer,
mi
tolerancia al compás del dos por cuatro de una porra “homofóbica”,
la
juerga a la que soy ajeno: los impuestos
Soy,
en consecuencia, un mal ciudadano,
una
mala persona. Y lo soy.
Podría
–como lo hice cuando joven–
leer
todas las teorías socialistas,
la
Escuela de Frankfurt, el Popol Vuh
y
ligar todo eso a una idea moral,
a la
universalidad de los hombres,
a la
democracia que nomás no llega
Pero
no tengo ganas. Es decir: no tengo ganas
de
cambiar el mundo ni las sábanas de la cama
Podría
decirse que estoy deprimido. Y quizá.
Llevo
días haciendo lo mismo:
libros
leídos a la mitad, Babel con las vocales,
un whisky
soleado en marzo y que no bebo
por
falta de hielos
Que
ver el futbol me hace un mal ciudadano,
que
robo agua al desierto,
que
cierro edición sin tomar en cuenta al migrante,
el
arresto de los que dejan su tierra, los que menos tienen
Y es
cierto: no doy señales de buena voluntad,
amar
al prójimo; en cierta forma –y por eso no tengo amigos–
no
aporto nada al juego de las preguntas y respuestas,
a la
trasmigración de las ideas
Soy
ajeno a ustedes, al país, al carácter apocalíptico
de
la vida humana, al imaginario chiapaneco de las revoluciones,
a su
urgencia por llegar con dignidad a la meta
Les
recuerdo: No soy yo el que da el disparo de salida
Luis
Daniel Pulido
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