Quisiera asomarme a tu horóscopo y leerte sólo las buenas noticias.
Marcar en rojo un cometa apuñalado y poner esos conitos fosforescentes
para que le des la vuelta y llegues a tu oficina en punto a las nueve
A esa Secretaría con su puño derecho en alto, al folclor que mira
con cariño el trapecio y el aguijón de sus saltitos mortales,
a los dos o tres héroes que no se encuentran o simplemente
no existen
Hablarte y cruzar a pie la escenografía política y financiera
de ediciones que hacen de persianas abiertas o de puertas
que se cierran
Sabes de lo que hablo: oficios con copias a, correos electrónicos,
cementerios de ¿veintitrés? libros muertos lejos, muy lejos
de Phileas Fogg y Marlene Dietrich y cerca de la alopecia
marrón de la misma pared que no da tiempo ni lugar a las ideas
No con el afán de seducirte con mi playera de los Dead Kennedys,
con el género definido de algún título universitario (que no tengo),
pero sí en el Kansai y su gran patio hundido
Con la Cortina de Hierro de los viejos acereros: mi corazón
de boxeador irlandés heredado de padres que jamás
me verán crecer
Las caricias son los únicos procesos democráticos que conozco, son determinadas secuencias donde el tiempo y el espacio constituyen un solo lenguaje. Uno empieza por las manos hasta llevar a cabo un beso, persuadiendo así tu desnudez y la mía para ese país perfecto que es la cama, donde las almohadas no crean distancias y los sueños descansan en cada parpadeo, cada mirada, de frente a la vida tomados de la mano. Luis Daniel Pulido. Akumal, Q. Roo; México
jueves, 15 de marzo de 2012
THUNDERBIRD
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