Es Chiapas el estado más pobre de México, se sabe. La han retorcido para complacer delirios políticos: ¿Cuántas comunidades indígenas se necesitan para otorgar una silla presidencial? Todas. Persisten, en su oligarquía, señoras y señores con aires porfiristas, sus empresarios en cargos públicos. Defienden su realeza. Un estado vilipendiado, fragmentado en plazas de poder, arrastrado de aquí y allá por los intereses más amargos y oscuros, y que desemboca en un montón de niños explotados arrojados a la calle, a la vista de todos, y que –irónico– ha dado un periodismo cómplice, embustero, sesgado a las fuentes oficiales, cuando debería ser lo contrario, al menos por un mínimo de dignidad. Pero la mayoría, se sabe también, son extorsionadores disfrazados de periodistas. Otra, y las más triste y grave, una juventud acrítica, de particulares, indiferente y dada al relajo, porque, como escribió Jorge Portilla en “Fenomenología del relajo”, es el hábito mexicano de convertirlo todo en chiste, en risa colectiva para evadir la realidad y el compromiso:
"El «relajo» es mucho más que una broma; es una forma colectiva de evasión. Esta risa, que disuelve el compromiso e impide la seriedad, puede tener severas consecuencias. Si todo se convierte en relajo, la risa se vuelve una excusa para la inacción, y la burla, un freno para el pensamiento. El filósofo no condena la risa en la Fenomenología del relajo, sino aquella que actúa como un anestésico social, que oculta un vacío en lugar de enfrentarlo".
Es Chiapas el estado más pobre, se sabe. Donde todo es fiesta y desmadre, esas que invisibilizan sus tragedias.
Luis Daniel Pulido
No hay comentarios:
Publicar un comentario