Casi
no me enfermo, si algo –un altavoz, por ejemplo– hace remolinos de bacterias
para una epidemia, veo el vuelo de una mariposa inexistente, la dibujo con mis
dedos como lo haría un fantasma, un niño sin amigos, un huérfano que le arranca
los dientes a la luz que se cuela bajo las sábanas. Y me pongo mis audífonos.
Las caricias son los únicos procesos democráticos que conozco, son determinadas secuencias donde el tiempo y el espacio constituyen un solo lenguaje. Uno empieza por las manos hasta llevar a cabo un beso, persuadiendo así tu desnudez y la mía para ese país perfecto que es la cama, donde las almohadas no crean distancias y los sueños descansan en cada parpadeo, cada mirada, de frente a la vida tomados de la mano. Luis Daniel Pulido. Akumal, Q. Roo; México
domingo, 19 de junio de 2022
SE ME FUE EL KUNG FU
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