No entreno para jugar los fines de semana,
no hay cálculos, planos de enormes edificios de
concreto,
puentes con mecanismos de información:
jugamos tal día a tal hora en Egipto
o en algún remoto espacio de tierra
o en esa geografía confusa del juego:
el pasto sintético
Entreno porque me aqueja un barco que se hunde,
una migraña que azota la puerta,
el miedo a quedarme totalmente ciego:
el cuervo que vuela al vacío
y anuncia a sus muertos,
la marea que no cede
Llueve
Porque la soledad te pone una piedra en la lengua
y nada importa más que el lance,
correr al otro lado,
tocar el poste, alcanzar el travesaño
Y hacerlo de nuevo
y hacerlo otra vez
y hacerlo mil veces
Hasta que el ruido desaparezca
Luis Daniel Pulido
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