martes, 11 de mayo de 2021

¿CUÁNTO TARDÓ EN LLEGAR ESTE BARQUITO?



 

Para Licha, Jorge y Vale

 

La amistad no es el frac gris perla de un poema, las palabras que devoran sombras a los espejos: es un camino no caminado, el gato perezoso con su peregrinaje onírico, una caja –que si la abres– te regala sorbitos de agua con pequeños remolinos de cangrejitos ojones que se parecen a mí.

No son estas líneas, tampoco. La amistad es como el rayo que abre la tierra porque jamás –ese es el temperamento de los rayos– se alinea a los manuales de las buenas costumbres.

No es el muerto de cuerpo presente de las instituciones culturales, la resonancia del elogio fácil, es un montoncito de variables: hace unos días estaba en un archipiélago ruidoso de Centroamérica, y ayer ya en San Cristóbal de Las Casas dejando barquitos en las copas de los árboles, en los tejados de las casas, en una obra de teatro, en una cajita misteriosa, hasta llegar a una escuela llena de niños y niñas donde un señor peloncito y regordete que se llama Jorge y una muchacha bonita que hacía hablar a muchos personajes y se llama Licha Matita, les leían cuentos.

Yo fui por una silla y pregunté si al terminar la función me podía tomar una foto con ellos.

¡Click!

Es así que veinte años después conocimos nuestros rostros y escuchamos nuestras voces.

Y nos abrazamos.

Un árbol prehistórico nos da sombra.

 

Luis Daniel Pulido

 


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