El
portero no sabe poner el oído en la tierra. No lo necesita para escuchar el
tránsito de personas, el río que se desdobla al otro extremo, la moneda y su
puerto de sueños: la riqueza.
El portero
no termina su papel en el terreno de juego, ajusta las melodías de vuelo, los
matices del lance, menciona con honor al autor de la simbiosis: el delantero.
El
portero –peninsular y desterrado, sobresale de los reinos de las sombras de la
estrategia. Ataja y despeja hacia los hijos naturales de la Historia: los que
hacen posible el juego.
El
portero tiene un pequeño jardín en el pecho: igual sale de ahí un hijo muerto o
el hosco pájaro de la tristeza.
A su
enorme figura no la mecen las olas de la derrota ni de la victoria.
Honor
y respeto.
Luis
Daniel Pulido
2 comentarios:
He ahí la importancia desde la experiencia, gracias por escribir tan sabias palabras y la parte fundamental de un Portero, me rememora a un cuento de Antonio Skármeta sobre la importancia de ser portero y ver cada juego, como el juego de su vida.
Saludos y más éxitos. Un abrazo
Gracias, amigo. Cómo no: El portero de los Andes. Me da un enorme gusto que te haya gustado el texto, que te remitiera al cuento de Skarmenta; además de tu tiempo por la lectura y el generoso comentario.
Un fuerte abrazo.
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