Para Marina Ileana
Escucharte
feliz –aunque sea por teléfono– en tu cumpleaños
deja
atrás a la analista, la aspirante a una secretaría de estado,
y me
devuelve a la universitaria, a la joven que bajo la sombra fría
de
las piedras del Colegio de Niñas ubicaba genocidios en Herzegovina,
en
la antigua Jerusalén, en un solar de lodo llamado Acteal
Hablamos
poco y te canté “las mañanitas” y te di disculpas,
porque
es cierto “era inmaduro, infantil, estrella de rock
venido
a menos”;
Y tú
me dijiste “está bien, que gracias por regresar a tu vida
en barquito
propio y algunos libros publicados”
Y
estabas feliz –supongo que con unos vodkas, pequeños shots,
nada
de obras completas– diciéndome al oído que vendrás a verme,
sexi,
con nuevo corte de cabello, bellísima,
sin
ese acento de asesora técnica de partidos
o de
debate poselectoral o de jefa de distrito:
Eras
tú, Marina, otra vez la niña que me roba el corazón
cuando
me envía besos y las bendiciones de El Eterno,
ese nuevo
luchador de la Triple A salido del gimnasio
El Antiguo Testamento
Luis
Daniel Pulido
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