Nunca me exigiste un trato
amable,
atención las veinticuatro horas del día,
resolver la velocidad con la que lees los libros
y no logras la sacralización de la carne,
cosa que prometo y cumplo sin volverme
específico
Nunca dijiste este hijo es mío,
esta boca tuya, mi adolescencia
la alcoba donde escucho
a System of a Down
Hablaste por teléfono aclarándome
que no quieres una historia,
que ambos cedimos a la noche
y punto; sin reclamos ni demandas
ni la dimisión de tus padres
a los libros que leímos y son tuyos
y, mea culpa, se volvieron cosas del diablo
Nunca me exigiste amor ni piedad
ni correspondencia, una mirada
amorosa a los papalotes de tu ultrasonido
Dijiste “sólo quiero hablar” y te escuché
y supe, entonces, que tu panza crece
y dedicas días a verte en el espejo
y no dejas de escuchar a The Fall
en los audífonos
De pedirme, que por última vez,
imite la voz de Leonard Cohen
atención las veinticuatro horas del día,
resolver la velocidad con la que lees los libros
y no logras la sacralización de la carne,
cosa que prometo y cumplo sin volverme
específico
Nunca dijiste este hijo es mío,
esta boca tuya, mi adolescencia
la alcoba donde escucho
a System of a Down
Hablaste por teléfono aclarándome
que no quieres una historia,
que ambos cedimos a la noche
y punto; sin reclamos ni demandas
ni la dimisión de tus padres
a los libros que leímos y son tuyos
y, mea culpa, se volvieron cosas del diablo
Nunca me exigiste amor ni piedad
ni correspondencia, una mirada
amorosa a los papalotes de tu ultrasonido
Dijiste “sólo quiero hablar” y te escuché
y supe, entonces, que tu panza crece
y dedicas días a verte en el espejo
y no dejas de escuchar a The Fall
en los audífonos
De pedirme, que por última vez,
imite la voz de Leonard Cohen
Luis Daniel Pulido
*Del libro Prohibido
degollar patos. Ed. Almada Broders
No hay comentarios:
Publicar un comentario