Para Marina Ileana
Hay una constante en mi vida: se me acusa de ser demasiado infantil. Confieso que esto nada tiene que ver con el alza al precio de la leche, aunque conviene añadir mi afición al cereal y los fruti lupis.
Supongo que Marina, acostumbrada a párrafos extensos, se desesperaba con mis dislates verbales carentes de excelencias literarias. Siempre quise escribirle un poema bien bonito y sólo, a lo mucho, le dije: te amo.
Algo tengo de comilón y por eso la mordía ante la escasez de terrenos comestibles en el refrigerador: –Ay, ay, ay, ay, ay, ay –brincaban las letras en los labios de Marina.
–¡Si me vuelves a morder no habrá lunes de futbol americano! –gritaba. Pero yo practicaba el arte de la resurrección en sus ojos, ahí donde teorías y analogías son lo mismo.
–Te trato como a un niño ¡eres un niño! A lo que escrupuloso como –por supuesto– un niño lo es previo a la travesura, le decía: tengo frío, abrázame. Y Marina me abrazaba sin importarle que nunca le escribiera un poema que valiera la pena.
Cuando ella se fue para detonar movimientos civiles en pro de un mundo para adultos, me dejó el Imperio del Suéter en el armario porque –me dijo– sé que algunas veces tendrás frío y ya no estaré contigo. También me dejó una foto y una ciudad a favor del viento. Cuando quiero darle un beso escribo poemas que en realidad son veleros.
Algún día creceré y seré un gigante. Te lo prometo.
2 comentarios:
Qué tienro eres!!!!
Genial!!!
Besos!!!!
Eres más mortal que una bala...de chocolate con malvavisco
Besos
Ya vente a Monterrey, anda
Te quiero
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