Las conchitas son sonoras y rimbombantes. Uno hasta puede suponerlas glamorosas por el afecto de llamarlas “conchitas”. Están en la arena de las playas, indiferentes al mar y a ellas mismas, pienso, por fatiga.
Yo puedo llenar bolsas y bolsas con ellas, llevarme su nostalgia producto de maremotos y tormentas a la casa, clasificarlas por color, tamaño y sonido.
Las conchitas llevan en sus entrañas un eco que creo las relaja; al menos a mí, cuando las escucho, mis párpados batallan contra el profundísimo peso que el mar le pone sobre ellos.
Cuando digo “conchitas” pasan un montón de cosas que van desde que dos muchachas volteen a verme o que alguien me oferte pan de una tal tía Rosa, hasta quienes piden que les aviente una hermana.
He caminado, no estoy seguro, hasta diez kilómetros en la playa buscando conchitas.
Hace dos días Leti me aseguraba que al tocar las conchitas las mujeres se orgaspatean…mmm, no, no, no; se orgasdespanzurraban…mmmm, no, tampoco; se orgasbaleaban…mmm, no, menos; se orgas, se orgas ¿se orgas…nizaban?
Leti se reía cada vez más, y sintetizó: se siente bien bonito, vieras.
6 comentarios:
Luis Daniel:
Qué texto tan tierno y divertido.
Un abrazo fuerte y un beso enorme
Mariana
¿Como en Huatulco, bebé?
Sí, sí, sí, sí, sí, sí, ahhhhhhhhh
YO TAMBIEN HE IDO A LA PLAYA, DONDE EL OLEAJE ES SUAVE Y TE ACARICIA LAS PIERNAS Y UNO SUEÑA QUE TODO ES AZUL
Luis Daniel:
Soy Yuri, la esposa de Irving. Te felicito por tu blog, me he divertido de lo lindo. Mañana partimos a Londres y quisieramos enviarte un regalo. Tú nos dices qué quieres.
Besos
Estimada Yuri, el Before the Poison de Marianne Faithful (ese donde viene la canción Crazy Love de Nick Cave)
Besos
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