A veces olvido
el sonido de mi voz. La escucho en los aeropuertos vacíos de mi cabeza, cuando,
de la nada, aparece una carretera, un asiento en el Halcón Milenario. Paso todo
un día sin hablar, a veces mirando fijamente las ventanas, subiendo un gato a mis
piernas, mudo en el mundo vacío (aunque es este un pueblo pequeño) y sin poder
sacar mis discos favoritos, el balón de futbol para tardes infinitas, ni lo
último que escribo. Hoy, como si un relámpago de membranas se
abriera paso del estómago a mi boca, dije algo, breve, sobre un concierto
memorable.
Luis Daniel
Pulido
No hay comentarios:
Publicar un comentario