jueves, 21 de noviembre de 2024

LO QUE ME DEJÓ EL 94 CHIAPANECO


 

Si extraño ir por los periódicos, caminar bajo las sombras de los árboles, unirme a los demás transeúntes, pararme en el semáforo, las preguntas abiertas de hace treinta años, mi juventud con todo el rock del mundo, arete en el oído izquierdo, playera negra de Metallica o Motorhead o de un peloncito llamado Nosferatu. Luego regresar a mi oficina de la SEP, subir los pies a la mesa de juntas, esperar a que el maestro, no recuerdo su nombre, me regresara a casa a cambiarme de ropa, porque esa era una oficina, no un lobby de un hotel para estrellas de rock. No dijo eso, pero sí me pidió de favor que usara ropa más formal. Y lo hice. Las confrontaciones estaban en otro lado, en el Chiapas analfabeta y el perro flaco que lame sus símbolos: la pobreza. Por eso extraño esos días que iba por los periódicos y los leía y toda la tarde escribía, subrayaba esas cosas que te revientan en la cara: un indígena con un balazo en la cabeza, con las vísceras de fuera y un perro a punto de comérselas. Una foto que no hizo ejemplos de conciencia ni indignación, sino escuela de fotoperiodistas, agendas para premios internacionales. O nacionales. Me volví un hombre triste. Mi novia me escondía los periódicos, insistía en que fuéramos al cine, que volviera a jugar futbol, que buscara a mis amigos. No supe sumarme al ruido, entender los mecanismos de los sistemas, que la izquierda y la derecha mexicana se parecen tanto, vamos, que son lo mismo. Que los periodistas locales se mecen en la hamaca de la infamia, de ahí, de las sobras que les avienta el poder, facturan y van por la vida con excremento entre los dientes, abrazando a su familia. Yo a veces no tengo para comer, pero siempre hay un libro que leer, un poema para abrir un nuevo camino, un perro que me espera en casa, un gatito que me recuerda a Charly García, un campo con neblina a las seis de la mañana. Y quisiera caminar para ir por los periódicos, pero el internet está ahí, donde uno lee que hay “marxistas obradoristas”, y sonrío al frente del infinito vacío que me dejó aquella novia que se fue por no hacerle caso.
Luis Daniel Pulido
Foto: Jason Larger

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