Salgo de casa obligado por el vértigo
de las causas injustas, porque tengo hambre,
por complacer a los demás,
para escribir un libro, la brisa de la soledad
después de las dos de la tarde
Salgo de casa porque el otoño
—ese lobo de hojarasca húmeda,
está a la vuelta de los días
Y porque me duelen los huesos,
los ideales socráticos,
los ríos a donde iba por peces
que atrapaba con uñas y dientes
(no había comida en la mesa)
O porque las canciones más hermosas
suenan una vez que las campanas
de las iglesias liberan aves negras,
una procesión de muertos
Salgo de casa obligado por la ola de calor,
por los navajazos a la luz eléctrica,
la represión del Estado a un artista plástico,
la muerte de una niña de seis años
Porque estoy triste y eso es suficiente
Luis Daniel Pulido
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