En el cuarto ya no
hay latas de cervezas,
ni el largo cristal
con rayas de cocaína para los amigos:
está el trigo
luminiscente en el césped;
está Dios, o imagino
que está Dios,
con su arco de
serpientes en la cabeza;
está la luz y su
ramaje que va de puntillas,
ronronea en las
paredes,
en la punta de un
relámpago de tinta
que nos salpica:
el silencio y sus
espinas,
la marea que baja y
deja ver
la tierra agrietada
de rostros
que fueron de carne
y hueso
Están los
espantapájaros que se doblan con la lluvia,
las campanas que despliegan
su umbral de frutos muertos,
el silencio como un
cuarto lleno de espejos
Luis Daniel Pulido
2 comentarios:
Te envío un abrazo enorme amigo, una gran fuerza del corazón este poema, y gracias por compartir. Admirables fotografías y con mucha luz. Es grato leerte. Por más letras en tu vida y éxitos en todo.
Gracias. De corazón. Fuerte, fuerte abrazo.
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