lunes, 17 de agosto de 2020

PORTEREAR, ESCRIBIR

 

Estaba –eso creo– terminando de escribir un libro, analizando las condiciones extraliterarias que acompañan ese proceso: el alba a veces se mezcla con la oscuridad de un día lluvioso; o el impulso místico, quizá, se reduce a meras coincidencias: un amor que reaparece, una persona que te reconoce: “eres un gran portero”.

El elogio es una pendiente resbaladiza y a veces me tiro en ella. A los encuentros, los ecos, las correspondencias. No creo que haya gran diferencia entre ser una estrella del soccer y escribir un poema, en ambos se busca el aire puro de los bulevares solitarios de la noche; porque las victorias se trabajan, se pulen, se logran y son las luces intermitentes de la madrugada las únicas que te acompañarán hasta el final de tu vida.

Sí: escribir con los obligados puertos de escala en la geografía académica; porterear –pájaro al sol a las ocho de la mañana en el campo de La Salle.

Extraño la lluvia y el breve silencio previo a que empiece el juego.

 Luis Daniel Pulido

 


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