En
todos los patios de Guadalajara,
en los
niños que corren bajo la lluvia,
en los
paraguas fuera de los armarios,
en el
historiador autodidacta,
en el
ranchero apicultor que saluda
tras
los enormes cristales
de una
clase en el ITESO,
en el
internet que se conecta directo
a la
señal de la U de G,
en la
rana que empujamos a orilla
de
la calle,
en Octavio
–el pececito que amaneció
muerto
y nos puso tristes,
en el
azul cobalto de los mares congelados,
en nuestra
primera cita en La Minerva
En
el rock nuestro y las movilizaciones
de
una tarde de febrero,
en la
VII Feria del Libro Independiente,
en las
postales sin datos personales
con
su explosión de luces y confeti,
en tus
brazos abiertos en espera
de
algo y no sé qué
En los
terracotas de las canciones
tristes
de Nick Cave,
en los
fajes en los pasillos,
en el
rompeolas de un grito
que nadie
escucha,
en el
primer plano de un dibujo
hecho
a mano,
en la
casa del árbol: la hilera
de
troncos que la lluvia se lleva
Y al
fondo: un árbol en llamas
Luis
Daniel Pulido
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